Cuento de Navidad de un Loach dickensiano
Comedia dramática, Reino Unido, 2012, 106 min. Dirección: Ken Loach. Guión: Paul Laverty. Fotografía: Robbie Ryan. Intérpretes: Roger Allam, Daniel Portman, John Henshaw, William Ruane, Lorne MacFadyen, Paul Brannigan, John Joe Hay, David Goodall, Finlay Harris, Paul Donnelly, James Casey, Siobhan Reilly, Jim Sweeney.
Ken Loach, un superviviente de los años del Free Cinema y el realismo social, ha convertido sus películas en cine de género. Lo suyo, más que autoría, es insistencia. Sus incondicionales dirían que es resistencia. Desde 1962, a través del cine o la televisión y del documental o la ficción, se ha dedicado a mostrar a las víctimas de los desajustes capitalistas -con especial virulencia tras el thatcherismo- como Dickens hizo con las de la revolución industrial. Menos sentimental, desde luego, porque Dickens era un victoriano liberal y reformista, mientras que Loach tiene un fondo revolucionario inspirado por el trotskismo que tanta influencia tuvo en la izquierda inglesa de entre los años 60 y 80. En estos últimos años también está haciendo concesiones a lo sentimental, como es el caso de esta hermosa película, lo que definitivamente le convierte en un discípulo agrio de Dickens que con La parte de los ángeles ha rodado su película más dulce, optimista y soñadora.
La parte de los ángeles es el whisky que se ha evaporado en las barricas. Y evaporar un whisky carísimo por su antigüedad y rareza salvará al protagonista de una vida perra y le permitirá fundar su frágil familia. Que un joven violento, borracho y drogadicto, malogrado por una infancia desastrosa y encanallado por un entorno brutal, sea redimido por el amor y por la paternidad, y luego salvado por su olfato y paladar para el whisky, es una buena, aunque poco creíble, historia. Paul Laverty -guionista- y Loach se lo jugaban todo en el tono con que desarrollarla. Y acertaron al elegir lo agridulce, el humor trágico o la tragedia humorística del costumbrismo no exento de dureza realista, al narrar las aventuras de este descarriado y de su desastroso e igualmente escuálido grupo de amigos en rehabilitación. Una redención milagrosa contada, siempre dentro del realismo conciso de Loach, con gracia y ternura. En forma de cuento que, dadas las fechas, casi podría ser de Navidad.
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