Florencia bajo asedio

Mortero bastardo

Ramón González De La Peña

Jerez, 17 de diciembre 2014 - 05:07

CAMINANDO por Florencia, cerca del arco de San Frediano, suelo encontrar al señor Mignoni, un señor anciano, vestido siempre en un modo impecable, que suele lanzar imprecaciones contra los alemanes. Al principio, sin darle importancia, lo atribuía a “las cosas de la edad”, ya se sabe, nos volvemos gruñones y cada vez más maniáticos. Un día me decidí a investigar las causas de dicha antipatía y he aquí la historia:

El señor Mignoni nació en Borgo San Lorenzo, una de las calles más céntricas de la ciudad y a la edad de siete años tuvo que presenciar como los nazis, a los que los aliados estaban poniendo en fuga, la tomaban con su amada ciudad. Vio a diario como llovían las bombas desde la colina donde se ubica el pueblecito de Fiesole, y vio como uno de los proyectiles impactó en el campanile de Giotto, aunque por suerte no explotó. Tampoco su propia casa se libró del castigo de los alemanes. Una noche mientras dormían, un proyectil atravesó el tejado de su casa y aterrizó en el armario del dormitorio de sus vecinos de arriba, los Morelli, aunque éste tampoco explotó y por eso pudo contarlo.

Los alemanes habían entrado en Italia merced a su alianza con Mussolini pero rápidamente procedieron a ocuparla, tomando el control de las ciudades más importantes e imponiendo una disciplina férrea. Los florentinos, de naturaleza desconfiada, siempre miraron con recelo a los alemanes, que poco a poco fueron quitándoles libertades hasta el punto de volver a declarar ilegales los partidos antifascistas. Esto propició la formación de la resistencia y la creación de numerosos grupos de partisanos, que acabarían teniendo un peso determinante en la liberación de Florencia en particular y también en el devenir de la guerra en territorio italiano.

Día a día, desde la ventana observaba el ir y venir de los soldados, pero una mañana advirtió a su padre:

-“¡¡Mira papá!! Esos soldados tienen un casco diferente...”. Su padre, con el rostro iluminado le respondió:

-“Federico son los ingleses”. Era el 13 de agosto de 1944 y los aliados finalmente habían liberado la ciudad.

No contentos con todo el daño que habían hecho, en su desesperada huida trataron de llevarse con ellos numerosas obras de arte que habrían ido a parar al faraónico proyecto que hubiera sido el Museo del Führer. Afortunadamente hubo algunos héroes como Rodolfo Siviero, un agente secreto que se dedicó a la salvaguarda de obras de arte sin los cuales gran parte del patrimonio se hubiera perdido; a su paso dejaron cuantiosos daños, de todos los puentes de la ciudad solo el ponte Vecchio se salvó de los bombardeos, gracias a la intervención del cónsul alemán en Florencia Gherard Wolf. Una placa en el puente recuerda a los peatones que el lugar donde se hallan sigue en pie gracias a él.

Ramón González de la Peña Gil, licencia

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