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Fin de semana frío y lluvioso

Parapandeando

R.D.

30 de enero 2013 - 09:09

UN nuevo año se nos ha venido encima y como quien dice ya está a punto de expirar su primer mes. El doce que parecía presentarse como la gran fiesta constitucionalista, la gran efemérides, ha pasado sin pena ni gloria fruto de la torpeza de los políticos que más que rememorar un momento histórico se han apresurado a salir en cuantas más fotos mejor.

A estas alturas cabe preguntarse para qué sirve este tipo de conmemoraciones, sobre todo si el fruto de ese acontecimiento histórico ha tenido alguna repercusión en nuestras vidas. Por lo demás ‘nuestro’, el mío en particular, año del doce ha sido un tanto anodino desde el punto de vista cultural. Jerez por mucho que se afane ha entrado en una fase de marasmo y lo poco que nos ha espoleado nos ha venido de fuera.

Fuimos, por fin, a Illora y estuvimos en el Parapanda Folk un evento que reúne a un buen número de aficionados a las músicas populares y tradicionales a escasos kilómetros de la ciudad de Granada. Este festival con más de cuatro lustros a sus espaldas sigue manteniendo el tipo, lo que de por sí es un gran logro, por cuanto supone la puesta en escena de un género de música que no suele tener espacio en las programaciones de los municipios, si no es cuando se trata de captar votos en la elecciones.

Me atrevería a decir que el Parapanda junto al festival de Jódar se han convertido en los eventos de referencias del folk en Andalucía, una difícil tarea sobre todo cuando el flamenco se ha convertido en un elemento globalizador que ha fiscalizando gran parte de los dineros de la cultura, arrinconando a las escasas programaciones de las ‘otras’ músicas populares de Andalucía.

Resulta cuando menos paradigmático que un festival como el de Illora se acuerde de los flamencos cuando habitualmente en un evento de carácter flamenco no hay espacio ni para las pandas de verdiales.

Por lo demás nuestro periplo nos llevó también a las ruinas de Baelo Claudia, en la ensenada de Bolonia, la programación musical llevada a cabo por ERA mereció nuestra atención, todo un deleite poder oír música en un espacio donde hace cerca de dos mil años se ofrecían espectáculos.

En el mes de noviembre pudimos participar en el congreso de la Sibe (Sociedad de Etnomusicología) en Cáceres, un punto de encuentro en el que se abordaron un alto número de propuestas, trabajos y reflexiones en torno a la etnomusicología y las culturas musicales. Fue, por lo tanto, un encuentro muy pero que muy interesante que puso de manifiesto, entre otras cosas, que los estudios etnomusicológicos poco a poco van teniendo un peso específico en el mundo universitario y que lo que gravita en torno a la música va mucho más allá del objeto musical. M. N.

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