Sentido y sensibilidad
La página clásica
Edward Elgar. Concierto para violonchelo y orquesta en mi menor, op. 85. Elliot Carter. Concierto para violonchelo. Max Bruch. Kol Nidrei, op. 47. Alisa Weilerstein, violonchelo. Staatskapelle Berlin. Daniel Barenboim, director. DECCA 4782735.
Empezó a tocar el violonchelo con cuatro años y a los trece debutó con la Orquesta de Cleveland interpretando las Variaciones sobre un tema Rococó de Tchaikovsky. Pero, ya se sabe “de casta le viene al galgo” y con un padre violinista y una madre pianista es lógico que Alisa Weilerstein se convirtiera en una gran intérprete… de violonchelo, instrumento que le atrajo desde siempre; a ese ‘siempre’ ella le pone edad: a los dos años. Con esa determinación tan precoz, su aprendizaje y luego su carrera musical se auguraban intensos y plenos de éxito. No hay más que leer su currículo para darse cuenta que a sus treinta años esta neoyorkina ha cumplido con creces su propósito de convertirse en una gran violonchelista.
Tras un par de registros en EMI, uno Naxos y dos más en sellos independientes, Alisa Weilerstein irrumpe con determinación en el sello Decca de la mano de uno de los más grandes directores de orquesta actuales, Daniel Barenboim, con el que ha grabado el concierto para violonchelo de Edward Elgar (abril de 2012), el de Elliott Carter y Kol Nidrei, op. 47 de Max Bruch (septiembre de 2012). Obviamente, la razón de ser de esta novedad discográfica es el concierto de Elgar, en primer lugar, por la calidad de la interpretación de la estadounidense y luego por estar dirigida por Barenboim a quien, como muchos saben, esta obra debe hacerle rememorar las emblemáticas versiones que grabara Jacqueline du Pré, su primera esposa, fallecida en 1987 a causa de la esclerosis múltiple que padeció durante catorce años.
En 2009, durante un encuentro en el estudio del director de orquesta del Carnegie Hall, Barenboim pidió a Alisa Weilerstein que interpretara la partitura de Elgar, la violonchelista recuerda que “él estaba sentado al piano y comenzó a analizar cada nota; era algo fantástico surgían miles de detalles y muchísima información que debía ir asumiendo para ponerla en práctica sobre la marcha, incluso hizo sugerencias de digitación para lograr una mayor expresividad. Tiene el don de comunicar innumerables ideas, tender puentes entre los tema, encontrar el flujo y la cohesión orgánica de manera tan efectiva como para asumir constantemente el espíritu de la obra; conozco profundamente esta pieza y sin embargo Daniel Barenboim me la ha iluminado completamente”.
Lo primero que se observa cuando se oye este compacto es que Weilerstein no pretende en ningún momento imitar la versión de la malograda Du Prés, a pesar de que en su infancia fuese su ídolo y como tal intentara emularla, afortunadamente la violonchelista norteamericana tiene suficiente personalidad y técnica como para ofrecer una lectura con carácter propio, virtudes que se ven favorecidas por una magnifica intervención de Barenboim al frente de la Staatskapelle Berlin.
Nada tiene que ver la obra de Elgar con el concierto para violonchelo de Carter, tanto es así que, en cierta medida, chirrían los primeros acordes de su concierto después de haber escuchado la melancolía del de Elgar, pero bueno, siempre resulta interesante el contraste, que igualmente se halla entre el de Carter y la idílica Kol Nidrei de Max Bruch.
Registro muy recomendable.
José Luis de la Rosa.
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