Sevilla se reencuentra en otoño con los 'murillos' del expolio napoleónico
Coproducida por el Prado, Focus-Abengoa y la Dulwich Gallery, la muestra 'Murillo y Justino de Neve' reúne algunas de las piezas saqueadas por el mariscal Soult
Con sotana, bigote y perilla, sentado en un sillón de terciopelo y mirando al espectador, en una mano, un breviario y a los pies, una perrita de color pardo y blanco con una gran lazada roja. Así quiso retratar Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617 - 1682) para la posteridad a Justino de Neve (1625- 1685), uno de los grandes nombres de la Iglesia sevillana de la época con el que el genial pintor fraguó una relación de amistad, desde que se conocieron a mediados del siglo XVII en la Catedral de Sevilla, que fructificó en "una de las producciones más brillantes del Barroco". Son palabras del profesor Gabriele Finaldi, comisario del proyecto expositivo Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad, un delicioso recorrido por algunas de las obras surgidas a raíz de esta estrecha relación entre el maestro sevillano y el canónigo de la Catedral, en el que han aunado los esfuerzos el Museo del Prado, la Fundación Focus-Abengoa, que dirige Anabel Morillo, y la británica Colección Dulwich Gallery. Para Finaldi, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado, la personalidad de De Neve -"hombre culto, bibliófilo, hijo de una acomodada familia de orígenes flamencos"- y el modo en que impulsó la obra de Murillo en sus dos últimas décadas de actividad "justifica por si sola una investigación de este calado". Será, indica este experto en la obra de José de Ribera, "una ocasión única de apreciar un conjunto de obras maestras reunidas por primera vez desde el expolio napoleónico", ocasión que en su visita a Sevilla adquiere una dimensión aún mayor.
El Hospital de los Venerables, dedicado entonces a cobijar a los sacerdotes ancianos, enfermos o de paso, casa que fundó y financió De Neve en 1676 que actualmente es sede del Centro Velázquez, albergará esta muestra itinerante entre el Prado (del 26 de junio al 30 de septiembre), Sevilla (del 11 de octubre al 20 de enero) y Londres (desde febrero de 2013).
La iniciativa supone, por tanto, -aunque temporalmente- el regreso a la capital andaluza de una veintena de obras que a finales del siglo XVII estaban en "Sevilla en un radio muy reducido, pero de las que hoy sólo permanece El bautismo de Jesús en la Catedral", apuntó Finaldi, que dirigirá la próxima edición de la Escuela del Barroco que organiza Focus, según avanzó Morillo. El expolio francés, comandado por el mariscal Soult, dispersó para siempre la producción murillesca, muchas de ellas de la etapa que protagoniza esta muestra y en la que sobresale La Inmaculada de los Venerables. Porque es la historia y la belleza de esta emblemática y monumental imagen -magistralmente restaurada por María Álvarez-Garcillán- el símbolo que resume el incalculable valor de lo que Sevilla perdió a principios del XIX.
Con motivo de la muestra, la tela regresará a la iglesia para la que fue concebida, de donde salió con destino a Francia y que ya sólo sería devuelta por el Louvre en 1941 a España, al Prado. La pintura lucirá en el majestuoso marco del escultor barroco Bernardo Simón de Pineda, y así será mostrada también en Madrid y en Londres.
Con ella, también se verán de nuevo aquí los lienzos que, por encargo del canónigo, Murillo pintó para la decoración de la Iglesia de Santa María La Blanca (hoy cerrada por unas obras de restauración que, por fin, parecen tener una fecha de inicio), como los lunetos El patricio revelando su sueño al Papa Libero y El sueño del Patricio Juan y su esposa, que decoraron los huecos de las bóvedas de esta joya arquitectónica.
Compuesta por casi 20 pinturas de colecciones privadas y públicas de todo el mundo, Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad se organizará en varios apartados: el Autorretrato de Murillo, -"una de las imágenes más sofisticadas de un pintor del siglo XVII junto al Velázquez de Las Meninas", valoró Finaldi- se exhibirá junto al retrato de su amigo de 1665, hoy atesorados en la National Gallery de Londres.
En Sevilla, ciudad que aún hoy conserva unos 70 originales de Murillo, se podrán ver las obras realizadas para la Catedral y el Hospital de los Venerables (el gran Bautismo de Cristo de la Capilla de San Antonio, que ha sido restaurado en el Prado, y la Virgen y el Niño distribuyendo pan a los sacerdotes, hoy Budapest) y las pinturas de la colección personal de Justino de Neve -que llegó a reunir 160, 18 originales de su amigo-, entre ellas las tres pequeñas obras devocionales sobre obsidiana mexicana. Las alegorías La Primavera y El Verano de la Colección Dulwich - un espectacular espacio" que ya vive volcado en lo que será, según Xavier Bray, "un festival de Murillo en Londres"- permitirán apreciar la original mirada de un prolífico artista que se vio reconocido en vida, gracias a los encargos y el entusiasmo de los coleccionistas europeos.
El proyecto, un empeño de Gabriele Finaldi desde su etapa como director de pintura española e italiana del Barroco en la National Gallery, se apoya en una ambiciosa investigación reflejada en el catálogo de la muestra, un volumen en el que participan Ignacio Cano, Javier Portús, Benito Navarrete, Peter Cherry, Teodoro Falcón, Elena Cenalmor, Xavier Bray y Finaldi. Diferentes miradas sobre una amistad que duró hasta la muerte del pintor, quien nombró al canónigo albacea de su testamento, y sobre la dimensión artística de Bartolomé Esteban Murillo en tiempos de Justino de Neve.
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