Diario de las Artes

Una historia que ilustra complicidades artísticas

  • EL MUSEO ILUSTRADOMuseo ArqueológicoJEREZ

Piezas de la exposición del Museo Arqueológico.

Piezas de la exposición del Museo Arqueológico.

EN una exposición colectiva no valen sumatorios de nada. Una sucesión de obras sin orden ni concierto y que no disponga de un mínimo planteamiento conceptual, con una argumentación clara y con una selección de autores adecuada a la idea que aglutina la realidad artística que se quiere exponer, no tiene sentido y su postulado será, cuando menos, una fórmula sin ninguna entidad constitutiva. Eso se deja para meras tiendas de objetos artísticos o para bazares costeros de visitantes con pocas luces artísticas, amplio deseo comprador y carteras llenas.

No es el caso de la exposición que ocupa los espacios del Museo Arqueológico. En toda la muestra que se extiende por las diversas salas nos encontramos mucho rigor, sapiencia y conocimiento. Existe una selección muy cuidada de autores, un acertado desarrollo artístico buscando el diálogo con las obras del museo, un juego de intenciones creativas que asumen su complicidad con los diferentes espíritus de los dispares planteamientos que se dan en las distintas épocas y estéticas. Y todo eso no se consigue si el comisario de la muestra no posee un absoluto conocimiento del medio, de los modos artísticos de cada cual y de un, también profundísimo, conocimiento de los espacios museísticos y de las piezas que en ellos se albergan.

Cartel de la exposición 'El museo ilustrado'. Cartel de la exposición 'El museo ilustrado'.

Cartel de la exposición 'El museo ilustrado'.

Luisa Porras está al cabo de todo esto y sabe perfectísimamente qué había que hacer en cada momento y cuáles eran todas las realidades que debían incidir en tan amplio y esclarecedor proyecto. Además, para la ocasión se ha planteado un estamento organizativo que no es, desgraciadamente, usual: la ilustración; artistas ilustradores que crearan verdaderas intenciones argumentativas en torno a ese amplio compendio de historia antigua que se guarda en el Museo de la Plaza del Mercado.

La muestra se ciñe a muchos de los planteamientos que conforman el conjunto museográfico de la institución; con piezas que establecen un diálogo abierto con lo expuesto permanentemente y que deja entrever esa relación permanente y sin fisuras del lenguaje eterno del arte. También es digno de tener en cuenta y que redunda en el mucho atractivo de la muestra, la perfecta implicación de ilustradores jóvenes con otros de consolidada trayectoria.

Otra imagen de la muestra que puede visitarse en el museo. Otra imagen de la muestra que puede visitarse en el museo.

Otra imagen de la muestra que puede visitarse en el museo.

La exposición parte en el Patio del Museo con las piezas de Ana Domínguez que hace una evocación de sus visitas infantiles a la entidad recreando algunas de sus obras con una afortunada esencialidad. Dani Diosdado, sin lugar a dudas, uno de nuestros grandes ilustradores y con gran vocación de internacionalidad, nos adentra en esa jocosa disposición de elevar a la categoría de elemento museístico a un popular cantante callejero. Fernando Pinteño hace gala de una rotundidad artística en varios momentos de indiscutible poder visual. Fran Mariscal escoge una máscara púnica para situarla como elemento de un moderno cartel publicitario. Alberto Belmonte realiza una viñeta con el Guadalete y soldados griegos cubiertos con el conocido casco, una de las joyas del Museo. Guillermo Bermudo hace volar la imaginación con su mordaz ironía en dos entrañables botijos, en referencia festiva a la cerámica antigua. Sara Gabandé presenta una finísima composición de contundente resultado plástico. Carmen Chofre disipa diferencias estéticas entre el pasado y el presente. Tamara Piña otorga, desde una caja de luz, eternidad absoluta al amor que permanece. Candela Campuzano vuelve a dar protagonismo a la presencia de la cerámica. Sole Crespo, Zaida Marín, David Garrido y Elena López de Soria atrapan la historia y nos la traen en sutiles elementos llenos de fina y sabia contemporaneidad. Las nuevas tecnologías inciden dando sonoridad y luz a la Tumba Visigoda desde los efectos de SKYKID Studio. María Dresden se hace eco de la “zafa califal con ciervo” en una fantasía bien posicionada en fondo cerámico. Lo mismo ocurre con la pieza de Marta Pombo sobre la misma referencia plástica. Belén Rubiales hace cercana la historia con una acción participativa desdecuños de estampillar. Elena Marín acentúa el carácter mobiliar de una vivienda almohade con la festiva presencia de un delantal. Por último, Claudia Moneo se vale de un lebrillo (alcadafe) para hacer presente una poderosa realidad doméstica.

Muy buena exposición la que se nos presenta en el Museo Arqueológico. La ilustración consigue desarrollar su suprema potestad artística. La sabia configuración expositiva es clara y contundente. Luisa Porras, no escatima elemento alguno y realiza una rigurosa comisaría donde el fondo y la forma juegan, una vez más, sus poderosos postulados. El diálogo eterno entre lo que fue y lo que es llega a perpetuar una feliz existencia artística con sabios guiños de complicidad.

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