Diario de las Artes

Poderosos retazos de acción plástica

  • Fernando Clemente expone en la sala Pescadería Vieja

Fernando Clemente junto a una de las obras que expone en Pescadería Vieja.

Fernando Clemente junto a una de las obras que expone en Pescadería Vieja.

La Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Jerez puso en marcha, al principio del año pasado, un programa expositivo para conmemorar los veinticinco años de la rehabilitación y posterior transformación en sala de exposiciones del antiguo edificio de la Pescadería Vieja. Los actos se iniciaron con una muestra de pintores jerezanos. El buen momento en el que se encuentra la pintura que se hace en la ciudad serviría para poner en valor una realidad artística de suma trascendencia. La exposición inaugural de la programación se presentó con el título de PINTURA PINTURA, agrupando ocho nombres importantes de la pintura de Jerez: Magdalena Murciano, Rocío Cano, Humberto del Río, David Maldonado, Jesús Rosa, Pepe Molina, Manuel del Valle y Antonio Lara. Días después de su apertura, llegaba el confinamiento y se trastocaba todo el proyecto. Los duros momentos existenciales alteraron la situación general. El entramado ciudadano cambió su dinámica y el ritmo habitual era marcado por las normas que dictaban las autoridades sanitarias y sus alternantes desarrollos. Después llegarían dos importantes exposiciones individuales: 'Hechos acaecidos en lugares muy, muy remotos' de Juan Ángel González de la Calle y 'Donde se construye un templo a cualquier dios' de Ignacio Estudillo. Tras estas muestras recalaría una colectiva protagonizada, también, por pintores jerezanos, 'Lo que el ojo ve y el corazón siente', con Carmen Chofre, Pilar Estrade, Aurora Simo, María Luisa Pemán, Jesús Jiménez, José Manuel Reyes, Gregorio Mariscal y Guillermo Bermudo.

Después de varias incidencias producidas por los nuevos desajustes en los horarios tras las continuas olas de contagios y atendiendo a los dictámenes de las autoridades, la Pescadería continúa con su programación prevista. Era el turno de la importante obra de Fernando Clemente, un artista nacido en Jerez que es, actualmente, uno de los pintores que proporciona más notas de calidad a la pintura no figurativa. El artista, inmerso en una aplastante joven madurez, da sentido a un geometrismo especial que abre las perspectivas de una plástica racional con las formas dejando ver perspectivas para que por sus espacios, además de los postulados que definen sus líneas, se presienten nuevos registros, a veces con lo evocado marcando expectantes esquemas donde lo mediato y lo inmediato funden sus límites, aparentemente, antagónicos.

Fernando Clemente formó parte, a principios de la presente centuria, cuando todavía, era estudiante en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, del grupo The Richard Channing Foundation –con Miki Leal y Juan del Junco-. Ellos renovaron y dieron nuevos bríos a los adocenados planteamientos que, por entonces, existían en la plástica sevillana –y por extensión en la nacional-, ejerciendo una influencia regeneradora y dando vida a un arte que presentaba excesivos resabios. Aquellos momentos apasionantes pasaron; cumplieron su función y los artistas se encuentran, ya, inmersos en sus entusiastas trabajos individuales. Fernando Clemente ha accedido a una privilegiada posición, con un unánime reconocimiento, avalado por comparecencias importantes –MAD de Antequera y CACMálaga, por citar dos siagnificativas muestras en los últimos tiempos-. Ahora llega a la Sala Pescadería con una importante muestra donde su preclara concepción estética se pone de manifiesto, dejando esa nota de autenticidad en una pintura donde se presienten muchos postulados de un arte que no puede dejar indiferente por su calidad, su sentido plástico y su trascendencia artística.

Sala Pescadería Vieja con las obras de Fernando Clemente. Sala Pescadería Vieja con las obras de Fernando Clemente.

Sala Pescadería Vieja con las obras de Fernando Clemente.

La exposición recoge la pintura de un artista total, consciente, sabedor de lo que supone la creación artística moderna y promotor absoluto de una obra exultante, que va desde fuera hacia dentro, que patrocina la esencia de lo abstracto para diluir la no representación en un sucesivo estado de emoción. La pintura de Fernando Clemente se nos aparece rigurosa en continente, marca los parámetros de una rigurosidad compositiva, de un geometrismo que deja lo racional a un lado para ir abriéndose a una espiritualidad creciente que abre las perspectivas de una visión evocadora y que transporta a lo más íntimo.

En la pintura de Fernando Clemente se atisban las huellas definitivas de la composición exacta, de la recreación organizada de una idea, de la estructura, más o menos, exacta de aquello que se rige por unas normas no imitativas, por lo sagrado de una expresión que muestra más allá de lo que la mirada habitualmente capta y la mente estricta prescribe. En su obra nos encontramos la arquitectura de lo real, el apasionante desarrollo de aquello que se forma para realzar lo sistemáticamente perfecto. En su pintura, lo geométrico juega a la cómplice postulación de una distribución espacial que domina el campo ilustrativo para adentrarse por situaciones más dispersas en lo ambiental pero más adecuadas a la percepción del alma.

En la exposición de Pescadería nos adentramos por un cosmos perfectamente estructurado para que las formas ejerzan su máxima función. Lo real pierde su sentido, la estructura plástica domina un escenario sin concreciones, sólo con los postulados de una plástica expectante, sin resquicios para una ilustración representativa que desencadena las fórmulas mágicas de una plástica en abierta expresión.

El pintor jerezano junto al delegado de Cultura y Bernardo Palomo durante la inauguración de la muestra. El pintor jerezano junto al delegado de Cultura y Bernardo Palomo durante la inauguración de la muestra.

El pintor jerezano junto al delegado de Cultura y Bernardo Palomo durante la inauguración de la muestra.

Fernando Clemente nos ofrece piezas de varios momentos de su, todavía, joven carrera pictórica, en cuyos planteamientos siempre anida ese deseo de formular una rigurosa no representación, suscrita desde diversas posiciones estéticas que siempre se superponen desde conceptos plásticos perfectamente definidos. Por un lado, nos encontramos con los grandes formatos donde el estricto sentido geométrico impone su máxima potestad. Los campos de color se delimitan, se entrecruzan, conviven o interactúan abriendo laberínticas perspectivas que vibran desde el fondo para ser capaces hasta de brotar hacia el espectador en unos arriesgados juegos de perfectos equilibrios formales. Son obras dinámicas, justas, equilibradas y de un entusiasmo emocional desbordante.

Junto a ellas, el espectador se va a dar de bruces con piezas donde la contención formal y expresiva se hace más patente; son pequeños retazos de intimismo; bellos juguetes pictóricos que aparecen como formulando sutilísimos estados de emoción, exquisiteces compositivas que recrean ideas muy bien planteadas donde se evoca una realidad hacia dentro con infinitos desenlaces significativos.

Fernando Clemente, que fue activo generador de un tiempo que necesitaba sacudir los cimientos de un arte adormecido, que se enfrentó a los postulados rancios de un arte demasiado adocenado, se posiciona, hoy, en los medios de una creación que goza de todo aquello que lo situó en primerísima línea de un fuego que removió conciencias artísticas pero que ha trocado la metralla dialéctica e intervencionista en una práctica reflexiva donde aquellos argumentos se consolidan sin adulterarse; los registros compositivos se adecúan a una filosofía entusiasta que encuentra el eco de su poder impulsor en justos postulados de conscientes resultados. Fernando Clemente asume, sin ambages, lo que fue y plantea una pintura que se abre a los horizontes emocionales de un arte que no se pierde en el tiempo sino que gana en verdad y consciencia creativa.

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