Programación Guía completa del Gran Premio de España en Jerez

Fernando de la Morena. Cantaor

"El flamenco es de la cuchara, ni de izquierda ni de derecha"

  • El cantaor de Santiago, entre anécdotas y reflexiones personales al hilo de la crisis, admite que "sin compás no podría subsistir" y afirma: "El cante es como los vinos, cuanta más vejez, más calidad y excelencia"

Fernando Carrasco Vargas (Jerez, 1945). Del número 1 de la calle Cantarería. Baja al centro desde Icovesa, donde tiene su domicilio en la calle Bulería. Cómo iba a vivir en otro sitio al que todos conocen por Fernando de la Morena. Una ‘morenita’ y un ‘solera’ en el mítico Tabanco del Pasaje sirven de lubricante para la distendida charla con un grande del cante jerezano con mayúsculas. “Estoy alegre porque me ha salido otro contratito”, nos dice nada más llegar. Impecable como siempre, más delgado, “ya como tres cuartas partes de lo que comía antes”, cuenta que le ha salido un bolo en una peña de Guillena, el 9 de diciembre, y que participará en un nuevo homenaje a Moraíto en Madrid y Bilbao. Lo que no quita para que insista: “La cosa está tomatosa sobrino, está que tira bocaos”. “Esto es generalizado, pero ya vendrán tiempos mejores, hay que aguantar el tirón”, añade con el optimismo y el buen humor que le caracteriza.

-¿Cómo le trata la vida?

-Primordialmente, y es lo más importante, me trata con salud, bendito sea Dios. De la crisis, te diría que estamos regulín, regulán, de la verá, vera ván...

-¿Cómo ve el cambio?

-A ver si el primo Rajoy da con la tecla. Yo soy apolítico, pero ¿habrá que probar, no? A ver que resultados dan las nuevas tendencias políticas... Así lo ha querido el pueblo, que es quien da y quita razones.

-¿El flamenco es de izquierda o de derecha?

-Pues no lo sé (risas). El flamenco es de la cuchara y del paso atrás. Cuchará y paso atrás. Que no falte la cuchara, que no falte.

-¿Esta crisis tiene final?

-Como decían los antiguos, no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Hombre, esto tiene que tener un principio y un final. Sinceramente, la distancia será más o menos corta o más o menos larga, pero supongo que esto algún día recuperará un cauce normal. Hemos vivido unos pocos de años por encima de nuestras posibilidades y ahora lo estamos pagando. Dios quiera que esto se estabilice y empecemos a tomar otra medida de las cosas, otras preocupaciones. Vivir sobre lo que rendimos.

-¿No habría que frenar un poco, no va todo muy acelerado?

-Hay que frenarse un poquito en muchas historias. Hay que tomar precauciones y restringirse porque al final te pegas el trompazo.

-¿El flamenco está en crisis?

-Sí, claro. Esto perjudica a todos los sectores porque yo diría que es como una espiral y ahí estamos todos. Nos afecta a todos porque es generalizada. Los estamentos públicos quitan más de los presupuestos para cultura y se libra menos dinero para la cultura y el flamenco. Además, nos estamos bajando los cachés porque no hay más remedio, sino no vas a los sitios. Tengo la esperanza de que esto se estabilice y volvamos a un cauce lógico.

-Y al margen de lo puramente económico, ¿hay recesión en el arte jondo?

-No. En general, está en auge, disfruta de una buena salud porque lo escuchan en todos los confines del mundo y cada vez más. Y cada vez hay más aficionados. No estará remunerado como de aquí para atrás, pero disfruta de buena salud.

-¿Cómo era para usted el flamenco antes y cómo es ahora?

-Cuando yo era chaval solía irme a las fiestas de los flamencos, a los bautizos, a los dichos, a las bodas... Esa era mi válvula de escape. Ahora de mayor es mi profesión, el pan nuestro de cada día y mi sustento y el de mi familia. Sin el flamenco no podría vivir, sin cantar me quitarían la vida. Me es justo y necesario por esas dos vertientes:es mi profesión, a la que quiero y venero, y además es mi medio de vida. 

-Por lo tanto, no podría vivir sin compás...

-Segurísimo que no (risas). Sin compás no podría subsistir. 

-¿Qué le parece la evolución que ha vivido el flamenco en los últimos 50 años?

-Te diría que los flamencos antiguos son los responsables de que el flamenco hoy en día tenga el nivel que tiene en todos los aspectos. Yo entiendo que siempre se aprende de los anteriores en cualquier vertiente y ellos fueron los impulsores y los que lucharon lo indecible; los que pasaron muchas historias con los señoritos, que no pagaban; los culpables con su constancia de que el flamenco y nosotros estemos donde estamos hoy. El flamenco antiguo era lo puro y hoy escuchamos otras cositas...

-¿Está contento con lo que escucha últimamente?

-Bueno... Yo respeto todas las músicas. En lo que no entro por el aro es con eso de que digan ‘flamenquito’. O es flamenco, o no es nada.

-¿Cómo es su relación con las nuevas tecnologías, sabe que tiene un grupo de seguidores en la red social ‘Facebook’?

-(Risas) Increíble... —Suena a lo justo un toque de clarín, un aviso taurino, que corta la conversación— ...Nunca he entrado, ni creo que entraré en eso, pero me encanta. Son cosas sabias. Aprietas una tecla y te devuelve lo que hay en el otro confín del mundo. Me parece algo increíble. Si los anteriores nuestros vieran esto se volverían a morir otra vez (risas). No entro ni en el ‘Twitter’ ni en el ‘Facebook’.

-Usted pasa en su trayectoria profesional de taxista a repartido de Bimbo, donde se tira 27 años, y de pronto se mueve en escenarios de medio mundo, ¿eso cómo se digiere?

-Yo siempre hice mis pinitos, aprovechaba el tiempo que me permitía mi trabajo. Cuando salí de Bimbo me dediqué plena y rotundamente al flamenco, pero nunca le he perdido el hilo. Siempre que las distancias me lo permitieran, iba donde podía. Cuando ya tengo mi representante y extiende que puedo ir a donde me llegue, pues ya salgo más. Pero nunca me despegué.

-¿Siente que ha perdido algo por dedicarse al cante de manera cien por cien profesional de manera tardía?

-Perder no he perdido porque siempre me he sentido felicísimo cantando. Cada vez que me subo al escenario siento una responsabilidad grandísima, y eso me reconforta. No he perdido, he ganado porque me siento más enriquecido, más maduro, mi cante también... Qué duda cabe que el cante es como nuestros vinos, cuánta más vejez, más calidad, más excelencia.

-¿Lo suyo en el cante fue por devoción o por pura necesidad?

-Fue por devoción, como algo espiritual, algo que nació conmigo, que lo llevaba en la sangre. Tenía justa necesidad de manifestarlo, de soltarlo de dentro para afuera.

-¿Hay, especialmente en el mundo del flamenco, demasiado ombliguismo en Jerez?

-Bueno, yo pienso que todo el que toca la guitarra, todo el que baila y todo el que canta tiene el derecho adquirido a creerse que es el mejor. Ahora bien, una cosa es que de verdad lo sea y otra cosa es que no lo sea. Pero creo que hay un derecho adquirido, legítimo además, que todo el que suba a un escenario se crea que es el mejor. Si no lo piensa es que está vacío. Si es bueno o malo lo tiene que determinar el público. Si eres artista, aunque no estés en la cumbre, tienes todo el derecho del mundo a pensar que haces muy bien lo que haces. Desde luego, Jerez es Jerez. Está reconocido en todos los confines del mundo y en todos los ámbitos del flamenco. Jerez es Jerez: por su ritmo, por su esencia, por cantar puro...

-Y le hago la pregunta contraria ahora, ¿hace falta que algunos se crean todo eso que usted ha descrito mucho más?

-Hay que créerselo. Jerez es Jerez. Esta tierra es grandiosa en todos los aspectos y en todos los sentidos. En el flamenco se hace notar más aún. Nuestra manera de ser, nuestra forma tan abierta de pensar...

-¿Se valora más lo que viene de fuera que lo de dentro?

-Es que en Jerez pasa una cosa. Como estamos tan acostumbrados a que casi todo Dios cante, baile y tenga compás, pues quizás lo valoremos menos. También somos reacios a dar y quitar razones al que tenga arte y al que tenga compás, pero bueno no creo que nadie reniegue de lo nuestro.

-O sea, que usted se siente profeta en su tierra.

-Hombre, creo que tengo mi pequeño reconocimiento, creo que me quieren y yo quiero a mi pueblo, a mi tierra.

-¿Alguna vez ha entrado en éxtasis en plena actuación?

-En Bellas Artes, en Madrid, cantando por seguiriyas. Me sentía en trance. No sabía dónde estaba, vino la inspiración y, oye, eso lo recuerdo siempre.

-¿Qué recuerdo imborrable tiene de su experiencia en el flamenco, de su relación con otros grandes cantaores?

-Cuando yo era taxista, una madrugada, en lugar de llevar a Tío Borrico a su casa lo lleve a en ca’ la Bolola. Un señor había dado una buena propina en una venta flamenca y en vez de llevarlo a la casa, lo llevé a lo de la Bolola. Empezó ese hombre a hacerse son en la mesa y se llevó dos horas cantando por soleá sin repetir una letra y con un lagrimal constante. No se me olvidará en la vida. Y después llegó más tarde Manuel Agujetas con su compare Antonio. Hizo ese gitano una seguiriya... ¡Qué barbaridad!. Eso no se me olvida a mi.

-¿Ha grabado todo lo que tenía que grabar?

-Estoy participando en una actualización del disco Canta Jerez, pero no puedo contar mucho, sólo que va a ser una cosa ‘gorda’, algo glorioso... En solitario, ahora mismo no tengo nada.

-¿Qué consejo o recomendaciones da a su hijo Juan y, en general, a la gente joven que empieza en esto del cante flamenco?

-En general, a mi hijo Juan y a todos los jóvenes, les digo que procuren no perder el aire y el ritmo de los cantes de Jerez. Que no se olviden de él aunque hagan cosas modernas. Que se preocupen de cantar puro.

-¿Y se preocupan?

-Haberlos haylos. Los hay que van a ser artistas y los hay que ya lo son. Se preocupan, estudian. Sin hacer fotocopias, ahí están los discos. Se aprende de los anteriores y, a partir de ahí, ya que se hagan su propia composición.

-¿Le hace bien al flamenco cosas como la ‘povedamanía’?

-Poveda es un señor artista, en toda la extensión de la palabra. Lo canta todo. Y lo canta a compás. Es un pedazo de artista y le viene bien al flamenco. Descubre un nuevo mundo y es sabio en el cante, lo conoce todo.

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