Fue la primera y última vez que tuve ocasión de hablar -poco por mi parte- con el poeta, novelista y autor teatral, Antonio Gala. Ocurrió en Jerez, concretamente en el espacio cultural de la Caja de Ahorros de Jerez en Plaza de la Marinas. Corría el año de 1984 cuando la entidad crediticia -dirigida en ese momento por Jesús Mantaras García-Figueras- quiso y pudo conmemorar los 150 años de su historia programando lo que dio en denominar los Días De. El Día de la Fotografía, de la Música, del Teatro, del Flamenco, etc. En este último día citado tuve la oportunidad y el placer al tiempo, de presentar y tomar parte activa en el desarrollo del mismo, compartiendo escenario –lo que he considerado desde entonces un inmenso honor-, con dos figuras de la categoría de Manuel Morao y Manuel Soto “Sordera”. Este Día del Flamenco fue ofrecido en dos ocasiones más: antigua sede de la peña flamenca “La Perla de Cádiz”, en la capital, así como en el salón de actos de la Caja en La Línea de la Concepción.

Volvamos al Día en que tuve la oportunidad de presentar al autor cordobés. Fue una cita auténticamente apoteósica por su parte: el aforo del salón, 375 espectadores, quedó desbordado desde antes, mucho antes de que la intervención del protagonista diera comienzo: los laterales y pasillo central fueron ocupados hasta el extremo de que el propio Antonio Gala pidió al público que le acompañara en el escenario, lo que ipso facto tuvo lugar para la propia satisfacción del autor, prácticamente rodeado de cientos de jóvenes, ocupando con él el escenario. Pensándolo fríamente nos salimos del tiesto; estuvimos infringiendo las normas animados todos por la emoción de oír a Antonio Gala hablando de su teatro. Porque de ello se trataba: protagonizar el Día del Teatro. A estas alturas, después de que hayan transcurridos 39 años, recuerdo que mi intervención estuvo especialmente centrada en el trabajo de Antonio Gala como autor teatral, por ser esta especialidad la que siempre he valorado más de toda la ingente producción del autor cordobés. También por mi labor actoral de siempre.

Antonio Gala permaneció una serie de días en nuestra ciudad, alojado en Villa del Duque, de Rumasa, atendido en todo momento por el entonces subdirector de la Caja, Mariano Ruiz Carretero y el responsable de la Obra Social de la misma, Francisco Javier Izquierdo Carrasco. Almuerzos, visitas a bodegas, paseo por la ciudad, configuraron el programa ofrecido por la entidad anfitriona al autor de, entre otras muchas obras, “Los verdes campos del Edén”, “Noviembre y un poco de hierba”, “Anillos para una dama” –obra que, protagonizada por María Asquerino tuve oportunidad de ver en el Teatro Eslava de Madrid en 1973-. El último título del que tengo recuerdo es de “Inés desabrochada”, ofrecida en el Teatro Villamarta protagonizada por Concha Velasco, una de las actrices icónicas de Antonio Gala.

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