En la larga y antigua historia de las cofradías jerezanas siempre estuvieron presididas y manejadas por los muchos y grandes caciques, que no solo eran dueños y señores de las mismas, sino que las dirigían a sus antojos o caprichos.

Cuando llegaron nuevos tiempos a las cofradías y los dirigentes fueron cambiando, los hermanos de condición humilde, comenzamos a darle vida diaria a las Hermandades, y tratar a hermanos y hermanas sin distinciones de clases, los antiguos caciquismos empezaron a desaparecer.

Aparecieron entre los nuevos dirigentes los deseos de acabar con el antiguo ordeno y mando. Algunas cofradías lo consiguieron, mientras que otras dieron la impresión, que no podían vivir o pasar sin llevarse o poner un cacique en sus vidas cofrades. Algo muy propio en esta tierra.

No tardaría en llegar a las cofradías un nuevo cacique, pero con la novedad que lo sería de su gran mayoría. Estas ofrecían un gran filón de posibles votantes, que para la clase política podrían resultar muy rentables para sus intereses.

Desembarcaba en las cofradías en pleno siglo XX un nuevo cacique, que siguiendo las antiguas normas en la mayoría de las mismas, encargaba un destacado cofrade de 'conquistarlas' ofreciéndoles, tantas y suntuosas dadivas, incluso laborales, que se podría entender como muy humano el aceptarlas. Claro a cambio obligaban a seguir los dictados de su "gran bienhechor".

Como productos de estas sumisiones, muchas de ellas, sin contar con los obligados 'Cabildos' en sus cofradías, se dejaron manejar y dirigir por intereses extraños a los de sus cofradías. Casi todo en ellas, quedaba subordinado al nuevo mandamás, y de su más fiel colaborador.

Indudablemente, la mayoría de las cofradías habían perdido sus flamantes autonomías. Hasta el punto que existieron hermanos mayores que antes de tomar decisiones que debían hacerlas con acuerdo con sus juntas de gobierno, estuvieron obligados a pasar por el 'confesionario' u oficina de subvenciones cofrades e incluso laborales.

Era evidente que cuando los hermanos mayores tenían que tomar decisiones en los plenos de la Unión de Hermandades, de gran importancia, como los cambios de recorridos procesionales, montajes de palcos, itinerarios y recorridos de las cofradías y todo aquello relacionado con la organización de la Semana Santa, ya iban con las consignas ideadas por quien manejaba las citadas cofradías.

En el fondo, y en las historias de tantos inventos de cambios en la Semana Santa jerezana no son nuevos, ni como lo son los que consciente e inconscientemente, siguen estos dictados. A tenor de los resultados este caciquismo, se vuelve a perjudicar a la mayoría de las cofradías ante la opinión pública, (el dinero no lo es todo).

Ni pueden ni deben olvidar los dirigentes cofrades, que los usuarios que llevan años ocupándolos y pagando sus palcos en los mismos lugares, merecen ser respetados.

Estos nuevos caciquismos cofrades, al estar auspiciados por intereses extraños a la religión cristiana, y por ofrecer espectáculos cofradieros que la verdadera misión catequética a lo que significa realizar las Estaciones de Penitencia de las cofradías.

Los penosos y lamentables espectáculos que vienen ofreciendo desde hace años los distintos dirigentes cofrades, incluidos los plenos de Hermanos Mayores, y diversos Consejos Directivos de la Unión de Hermandades, ofrecen unas imágenes tan deplorables que vienen poniendo en entredicho entre la opinión pública el verdadero sentido cristiano y devocional de la gran mayoría de las cofradías.

Los antiguos caciques de las cofradías se sentían dueños de ellas, los de ahora, además, se dedican, en muchas ocasiones 'manejados' a perpetuarse reinventado chorradas, sin pensar que lo verdaderamente importante para las cofradías es dar testimonio público de fe, y no usar las habituales palabras hermanos y cofrades en vano, e incluso beneficiarse de ellas.

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