Querida Madre de la Merced: Jerez se rinde a tus pies, naufragando por las turbulentas aguas de la vida, con la mirada puesta en tu Nave Redentora, ya que nos sostienes en la marejada de la cruz para llevarnos al Cenáculo de la esperanza y a la mesa común de los discípulos amados. Aquí nos tienes, como tú, juxta crucem, en el jardín de los vientos, abrazando el duro peregrinaje de la pandemia, a los pies de tu Hijo, como unos hijos más, en esa corriente umbilical que despliegas como una bocanada de vida contenida, como una inspiración de hálito divino.

Venimos a Ti, Patrona y Madre, suspirando, son-llorando, a revivir la misma monserga de hijos obstinados, pródigos siempre, repitiendo el viejo camino de vuelta, sin nada que ofrecerte, acaso la infructuosa verdad de las impotencias: con desgastado calzado, con el polvo aprehendido del camino, un tímido abrazo y el ego maltrecho, para que nos rehagas por dentro y te dignes abrazarnos ¡Madre de la Merced! Aquí nos tienes, desazonados, palpitantes, escudriñando en tu fe, para tenerla también y hacer de esta ciudad un espacio de paz, trabajo y amistad ansiada.

Somos niños cautivos, con esclavitudes antiguas y tiránicas opresiones, en un fango de grilletes, con quiméricos dioses que nos tienen amarrados en la terca debilidad. Aquí nos tienes, como un producto de tinieblas, a tus plantas ¡consuelo de tristezas!, amarrados a tu manto, queriendo beber la compasión que mana de esos tus ojos misericordiosos, como inagotables fuentes maternales.

Nos ofrecemos a ti, Madre y Patrona, como una cuenta más del rosario hasta desembocar en el raudal de tus amores ¡Regazo nuestro! Baja hasta este pueblo que te aclama su Patrona, desciende, Mediadora, hasta inocularte en los resquicios íntimos de su ser, hasta llenarnos de Ti, hasta calarnos, penetrarnos, inundarnos de mercedes redentoras. Humanidad de Dios, María de la Merced, manumisora de cautivos, alfaqueque de redención, líbranos de tanta dejación que hacemos de la caridad, líbranos de la inepta y falsa sumisión a las nuevas cadenas, ampáranos de las ideologías totalitarias reinantes, ayúdanos a desenmascararlas con las armas de tu luz, que es verdad incombustible.

Rescátanos de esta masa amorfa, de esta sociedad moldeable y torpe que vende su decencia por un plato de sensaciones y rompe la conciencia por un insignificante palco social de escaparate. Líbranos de las sibilinas trituradoras de conciencias que satisfacen los instintos para crear gente mohína y satisfecha, esclava y repugnante. Danos tu aurora, librándonos del oscurantismo anticristiano, y que esta fiesta pueda ser de cadenas rotas, de Pascua adelantada y redenciones mercedarias. Danos fuerza para luchar contra el mercadeo de la gran ramera, contra el zoco establecido de nuestras pasiones, contra el tálamo corrupto que pueda albergarse en el seno mismo de la Iglesia, contra la mentira degradante que manipula el evangelio, contra la oscura retórica de las falsedades y contra el declive de la intrascendencia.

Que podamos dar libertad, o conciencia para conseguirla. Conciencia y éxtasis necesario para no deberla a nadie más que a Ti, Señora de la Merced ¡A nadie más! por más que los tiranos quieran embalsamarla con palabras huecas y ofertas de libertades engañosas, en feria y trapicheo, enmascaradas de ruidos y colores.

Ayúdanos a extirpar la vulnerable inconsistencia de nuestra cultura, que pretende desvincularnos de la raíz cristiana, borrar la idea de Dios en el hombre y destruir la concepción religiosa de la vida. Ayúdanos, Madre de Nazaret, a no romper la patria familiar, a sostenerla como raíz nutricia y germen de vida, a cuidarla, con sentido y fortaleza, como origen que forja recias personas con principios. Madre jerezana, entraña nuestra, no permitas que desgarremos aquellos lazos que hicieron de nosotros cepa y raíz fundante de una bellísima historia; que no desvinculemos al hombre de su alma, en aras de una falsa religión dominante y manipuladora cuyo único objetivo hedonista es convertir al individuo en máquina concupiscente y salvaje, en carne aburrida y degradada, en fisiología aberrante de pura piel genital, en perros satisfechos de humo, botellón y pandereta.

Madre nuestra de la Merced, que viviste la comprometida y arriesgada maternidad de la historia, ayúdanos a descubrir el prístino y originario sentido de nuestra tradición, para no privar de criterio a los jóvenes en medio de este barullo de sentidos e impresiones, para no dejarlos en la frívola corriente de la trivialidad, ni en manos de los falsos espejismos manipuladores de la libertad. Quítanos el disfraz de la hipócrita apariencia para darnos el verdadero sentido de 'Merced'.

Madre del Redentor, mujer y hermana nuestra, visitadora de los hijos indefensos, oye el quejido de los jerezanos, desciende de tu cielo placentero a las duras mazmorras de esta historia y sácanos de la 'caverna' idolátrica. Ven, dulce Madre de la Merced, quédate encinta, engéndranos de nuevo en la libertad, hasta arrancar de nosotros el herrumbroso puñal del cautiverio.

Señora de la Merced, Reina y Madre de Jerez de la Frontera, recibe el amor y la plegaria de tus hijos que te aclaman su Patrona y se rinden a tus pies buscando refugio en el regazo de tu manto, en el hogar entrañable de tu sencillez, en la divina hoguera de tu pecho, justo en el seno materno que cobijó a tu hijo, en los pechos que le amantaron con el dulce néctar de la fe. Maestra de fe, que escuchas la Palabra y la cumples, y la Encarnas…desde la luz primera del ángel anunciador hasta la hora última de la espada preanunciada y hendida, clavada tantas veces…

¡Madre de la Merced, Redentora de Cautivos, Patrona de Jerez de la Frontera!

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