Sanción ejemplar en tiempos convulsos
Cuidados paliativos vs eutanasia
El ser humano llegado a la fase terminal de su vida se enfrenta a la mayor degradación personal que su existencia corporal le permita subsistir. Aun siendo esta fase terminal próxima a la senectud, no tiene por qué ser así, pues un episodio existencial de estas características puede originarse en otros periplos de la vida, e incluso a edad temprana.
En un alto porcentaje predomina cuando ya estamos dispuesto a abandonar nuestra terrenal existencia con la edad ya avanzada. Y es entonces cuando el cuerpo necesita ser tratado y respetado con la mayor dignidad humana.
La persona en este momento se ve inservible. Nos consideramos a nosotros mismos como seres rotos, sin ninguna utilidad social, que no servimos para nada y que a lo sumo somos causa de gastos excesivos, sin aprovechamiento alguno para la sociedad. Y lo pensamos al reflexionar sobre nuestras disminuidas cualidades y negativos aprovechamientos, influido quizás por el entorno social, familiar y político que la mayoría de casos no pierden la oportunidad de manifestarnos lo desaprovechado del tiempo, del gasto y de los recursos por mantener una vida que se acaba y que no produce beneficio alguno para la sociedad.
Aquí entra en juego la recién aprobada ley de eutanasia que haciéndose eco del sufrimiento de las personas con una enfermedad incurable, facilita los medios y el procedimiento para dejar de sufrir y librar a la sociedad de unas cargas inasumibles que pudieran ser destinadas a otros menesteres sociales, familiares, económicos o políticos.
Con estas actitudes la dignidad de la persona humana desmerece. Al final de su existencia la persona ha de ser dignificada como lo que es, un ser vivo que se diferencia de otros seres por su capacidad existencial de raciocinio y sentimientos diferentes a los animales. Un ser humano que se merece el máximo de dignidad hasta el último soplo de vida.
La eutanasia rompe la vida, la destruye y le da muerte. La vida humana es tratada como si matáramos un animal. Considerando al hombre un ser al que no se respeta ni se le da valor alguno.
La sociedad está en deuda con toda persona. Y esta sociedad debe ser garante de protegerla hasta su último halo de vida natural. Nadie es quien para quitar la vida a otro semejante. Ni el Estado, ni las Instituciones, ni aquellos que se sientan perjudicados. Ni los médicos deben ser obligados a aplicar la eutanasia dejando a un lado su código deontológico, que les obliga a sanar la vida y no a convertirse en verdugos matándola.
En oposición a la eutanasia tenemos los cuidados paliativos. Cuidados médicos necesarios que mantienen al enfermo con el máximo de calidad de vida dentro de los cuidados sanitariamente permisibles. El esfuerzo que hacen estos médicos de cuidados paliativos lleva al enfermo que está próximo a la muerte por medio de la eutanasia o por acaecer rápidamente el final de sus días, a salvarlos de una precipitada muerte y retrotraerlo de la fatal hora en semanas incluso meses, mejorando la calidad de vida del paciente, respetando su vida y considerándolo de la mayor dignidad posible.
En Jerez tenemos la suerte de contar con un gran equipo de profesionales en cuidados paliativos, que se esfuerzan, con su trato humano, día a día en mejorar la vida de sus pacientes alejando el fantasma de la eutanasia. Si algo hay que exigirle a un profesional de la medicina es vocación por su trabajo, y estos profesionales de los cuidados paliativos de la Seguridad Social de Jerez, llevan a gala una entrega inmensurable dedicada a sus pacientes que hacen de sus cuidados al enfermo la mejor medicina que pudieran dar a sus pacientes terminales.
Ellos hacen de sus cuidados y tratamientos la mejor medicina, y sobre todo el mejor cuidado que todo ser humano merece, dignificando así a la persona y alejándola de todo concepto material e inservible. La falta de recursos, el sufrimiento y el dolor que se aproxima al enfermo no deben ser causas para provocar y adelantar la muerte del enfermo terminal. Debemos contar con el equipo de profesionales paliativos que sin llegar a la búsqueda de medidas exorbitantes, hagan posible que nos alejemos de la cultura de la muerte y busquemos la cultura de la vida hasta donde es prácticamente posible, elevando al enfermo a su dignidad humana, querido por sus familiares, respetado por la sociedad y alejado de todo medida eutanásica que lo trate como un tiesto roto, inservible, costoso y nada aprovechable.
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