Sanción ejemplar en tiempos convulsos
De nuevo el tren
De nuevo el tren; el tren de ahora, tercermundista, si se compara con el tren de hace unas décadas, aquel que era la envidia y objeto de deseo de todo el mundo, el tren de los horarios clavados, de los que desterraron los retrasos; el tren de la Alta Velocidad, el tren moderno, limpio, cómodo y satisfactorio; el tren grande de España. Hoy aquello es un recuerdo nostálgico. Van a comenzar los periodos navideños y miedo me da. Los estudiantes llegando a sus casas cuando la nochebuena haya apagado sus luces y el pavo esté frío como un témpano; pena me dan los nietos que van a ir a cenar con sus abuelos -más pena, todavía, me dan estos- y llegarán dormidos por culpa del retraso del tren del señor Puente.
El tren que llegaba por Navidad -como del turrón El Almendro- cargado de ilusiones festivas, emocionales y entrañables. Pues tengan la seguridad de que ese tren llegará, si es que llega, con mucho retraso. Para colmo, después de que un tiempo atrás el señor presidente del Gobierno se sacó aquello de los bonos gratuitos y que llevó al caos al sistema ferroviario por el mal uso dado y por el descontrol existente, con la imposibilidad de encontrar una plaza cuando los trenes iban vacíos; ahora el baranda, con claros objetivos electoralistas, amenaza con la gratuidad de los Medias Distancias y Largos Recorridos. ¿Ustedes se lo creen? ¿será una medida con criterio, bien organizada y efectiva? Pónganlo en duda.
Lo mejor que podría hacer el señor Puente, ministro del ramo, es actuar de locomotora, como aquellas fabulosas, Mikados, Santa Fe o Confederación -Usted, señor ministro de Transportes, no sabe de qué le hablo- y remolcar a su jefe fuera de su sillón impenitente de mando. Nos haría un gran favor.
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