El parqué
Álvaro Romero
Pequeñas subidas
Más que votar a los alcaldables y posibles alcaidesas lo que se debería votar sería la mejor forma de educar a una sociedad ignorante. Los datos económicos sitúan las peores cifras en la provincia y en muchos barrios de nuestros pueblos y ciudades más cercanos son alarmantes en otros aspectos como son los educativos, los sanitarios y los de paro. La importancia de la renta per cápita, de los tipos de interés, del índice de precios al consumo o de la variabilidad de los puntos de las hipotecas cobran más importancia que nunca.
Las líneas programáticas de los diferentes partidos, las campañas electorales, las frases manidas de los candidatos y las visitas de las diferentes siglas a los mercadillos tienen la impronta de la casualidad. Las redes sociales, la inteligencia artificial y los nuevos artilugios para que el futuro sea de lo más virtual es ya una realidad. Las fuerzas encontradas en los diferentes escenarios geopolíticos, las guerras, las hambrunas y los desastres siguen coincidiendo en el tiempo para deleite de los vendedores de armas, de los negociantes de las catástrofes y de los exportadores de bacterias. Las tratas de blancas, la violencia sexual, la homofobia o el mirar para otro lado en los casos de pederastia siguen siendo noticia diaria.
De ahí, que la condición humana quede en entredicho porque cuando se trata de insultar al otro, de hacer vejaciones o de malherir sentimientos seamos los primeros. Más si nos parapetamos en la masa de un circo romano del siglo veintiuno como es cualquier estadio de fútbol o cualquier palacio de deportes. Si Darwin levantara la cabeza, no hablaría del mismo modo del mono ni del racismo. O intentaría que su copa de Anís no se subiera a la cabeza. Lo peor es que nuestros críos y crías en etapas educativas es lo que están viviendo alrededor. Quizás así el día de reflexión serviría para algo. Al menos para que la educación de una civilización fuese la piedra angular de la misma.
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