Salud sin fronteras
Sanidad e impuestos
Diario DE LA dÍa/Diga lo que se diga y se escriba lo que se escriba estos días sobre el coronavirus, fallaremos. Es así. Es una sensación omnipresente. Y aunque es tan palpable y tan evidente que deberíamos tenerlo muy claro, lo que realmente tienen claro algunos es otra cosa: que aciertan, se consideran infalibles, llevan la razón y están convencidos de que les asiste un gran conocimiento. Aún les extraña que no estén ellos donde Fernando Simón; saben de todo esto mucho más que él, claro. Pero ojo, no es algo nuevo que haya brotado, como el virus, ahora. En absoluto, no tiene nada que ver con la pandemia, sobre la que como digo hay una legión de individuos versados y de la que saben prácticamente todo. No, son tan versátiles que si ahora les ocupa el bicho de la manera en que lo hace es porque en otro momento de sus vidas se dedicaron con el mismo denuedo, y por supuesto igual sapiencia -he aquí algunos ejemplos-, al procés (asunto en el que andan puestísimos), la guerra comercial entre EEUU y China, la turistificación (desaparecida), la violencia de género y el 8-M, el auge de las casas de apuestas, el binomio Sánchez-Iglesias (mayormente oprobioso), el affaireÁbalos (¿se han olvidado ya de Delcy Rodríguez?), la dicotomía Monarquía-República y los consiguientes devaneos del llamado emérito, la enseñanza concertada, el celibato de los curas y la incorporación de la mujer al sacerdocio, el cambio climático (con cierta querencia por el apaleamiento a Greta Thunberg, a la que, dicen, calaron enseguida), la Gala de los Goya, la Final del Falla, el Alumbrado Navideño, el Cartel de la Macarena, la autenticidad de las torrijas, la eficacia del 4-3-3 frente a la inoperancia del 3-5-2 (???), la vigencia de Masterchef (????), el suspense de Supervivientes (?????), la "comodidad" de Amazon, la "revolución" de Netflix y el origen mismo del universo (suelen decantarse por el creacionismo).
Como digo, es sólo un haz de ejemplos, una simple muestra del enciclopedismo de muchos que estos días se antojan esenciales para explicarles qué esta pasando y por qué al resto de la comunidad confinada, que con la que tiene encima opta por poner cara de (indisimulado) interés, aunque ni así se cosca el imprescindible.
(¿Otra vez han salido a los balcones a hacer sonar cacerolas o es alguien batiendo huevos al raso porque ha visto en algún programa de cocina que la tortilla sale, cómo decirlo, más airosa, más fresca? Son las nueve de la noche. Ya ha pasado una hora de los indiscutidos aplausos. ¿Qué ocurre ahora? ¿Qué ha hecho el Rey? Si es que ha hecho algo. ¿O es por Sánchez? ¿O por Iglesias? ¿O por Simón? ¿O por Lopetegui? A saber. Esto también lo ha traído el coronavirus: el silencio y el recogimiento de los demás son rotos por personas que se consideran esenciales, imprescindibles, gente a la que le gusta hacerse notar. Es otra pandemia.)
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