Desde la espadaña

Felipe Ortuno M.

Judas en España

10 de enero 2024 - 00:00

Hay engaños a mansalva, infidelidades a quemarropa, deslealtades a bocajarro. Falsedades, ni te digo, porque llegaría a la vileza ignominiosa que produce abyección. De ningún modo es nuevo, la iniquidad ha formado parte del hombre desde la primera marranada del paraíso; es su especialidad. Aun así, me sigue produciendo náusea. Ponemos los cuernos a cada paso ¡menuda ganadería! ¡Qué tropa! que diría Romanones.

Infidelidades, engaños, felonías. Sólo tienes que adentrarte en el campo político que toleramos: decretos ómnibus y leyes escabrosas en mezcolanza ¡Grotesco! La traición y la mentira van jalonadas de ejemplos concatenados desde que comenzó la democracia. Por poner un hito, más cercano que el del Paraíso. Todos han cambiado de opinión, sucesivamente. No es una peculiaridad de Sánchez.

El quebrantamiento de cualquier ideal está al orden del día: por todas partes perjurio, complot y maquinación. Porque además de formar parte de los genes humanos, es, sin duda, la salsa que acompaña al poder. Te asomas al tablero de ajedrez y las fichas se comen sin piedad. Pactaría tablas; pero no es así. La partida sigue y sigue mientras la sangre, blanca o negra, chorrea por todas las paredes.

Nos hemos acostumbrado a la traición con el estoicismo de los falsos ideales ¿Cómo podremos alcanzar la virtud si no hay lealtad? Con tantas promesas incumplidas, nos han quitado la confianza. Nos hemos puesto la piel de zorra y ya no nos fiamos ni de quien nos alumbró ¡Pobre de quien confía en el hombre!

Resulta que estamos custodiados por lobos. Para muestra, un botón blanco y negro (no digo quiénes, porque los traidores son detestados hasta por aquellos a quienes favorecen). Vivimos en manos de bellacos, gente aparentemente astuta, pero de intención aviesa y hábiles para el engaño. Golfines, golfantes y granujas que han sabido actualizar el patio de Monipodio con tanta truhanería y picaresca como lo hiciera el adalid de los ingenios. Parece que fuera España la madre de todos los Iscariotes. Poco falta para que vuelva el cantonalismo, a un tris de que el XIX sea parodiado en sus desastrosas políticas, con golpe de Estado incluido: ‘Oigo, patria, tu aflicción, y no entiendo por qué callas, viendo a traidores canallas despedazar la nación’(Espronceda).

Debe ser porque cuando la traición triunfa ya nadie la llama traición ¡Ah si no fuera por cuantos la han comprado! ¿No habrá alguna maldición especial, algún rayo ígneo, para fulminar al hombre que debe su engrandecimiento a la ruina de su patria? Son tantas y tan procaces las trampas saduceas a las que nos vemos sometidos a diario que no nos queda otra defensa contra la traición que la traición misma y la desconfianza de los unos y los otros. Habrá, pues, que avivar el ingenio para nadar por este proceloso mar de puyas y felonías. Navegar sin que se ahogue la esperanza ni los buenos queden decepcionados por la desidia de todos.

El enemigo intentará que nos traicionemos entre nosotros, y hemos de estar atentos a las trampas del maligno que afinará más su estrategia cuanto más acorralado se vea. Démonos cuenta que los traidores y granujas usan lanzas escondidas y transitan la noche más que el día, esto es, Waterloo antes que el Parlamento, y privados mediadores extraños, preferidos a jueces de probada virtud, la mentira a la verdad. Son sus armas, y, si se ha de luchar contra ellos, habrá que igualar el armamento; sólo sea por la equidad de la justicia y el restablecimiento de los principios, más que por la guerra.

Hartos estamos de que el doctor Jekyll se convierta en el señor Hyde. Los trastornos disociativos de la identidad se han de resolver en otro sitio, para que no afecte a toda España, que anda, hecha unos zorros, partida en dos y encabronada de los pies a la cabeza. Pero como el líder tiene una política perversa, no es de extrañar que necesite de hombres siniestros para llevarla a cabo; y es tal la perversidad de los que ha encontrado que sobrepasa todos los cálculos imaginables. Son tantos los beneficios dados a sus secuaces, que éstos no han de permitir al líder que les descabalgue de la poltrona, por lo que ahora, el ser supremo, debe temer más a los beneficiados que a los ofendidos. Porque de los enemigos, ya se sabe; pero de los favorecidos, antes que perder la prebenda, sólo se puede esperar traición, o sea, el pago de la misma moneda.

Queda un camino largo para la comprobación de lo dicho, porque han de redactarse leyes, firmarse actas y ratificarse sentencias; pero, a la postre, traición con traición se paga. Tanto engaño no puede llevar a buen fin. Ved lo ocurrido con Judas, que, aun siendo seguidor de la Verdad, la mentira le llevó al precipicio de la locura colgándole de un árbol; si hubiera confiado en el perdón de su culpa, otro árbol, de superior madera, le hubiera elevado a la salvación.

Aquí, por ludibrio, no hay culpa que disculpe una traición, por lo que seguiremos combatiendo con las armas de la ley; que no con la traición. No vaya a ser que se vuelva contra nosotros, como ha de pasarle a él, y no tardando, con los propios. Sin duda, Judas anda por España.

stats