El parqué
Jaime Sicilia
Tono pesimista
Me llega la triste noticia del fallecimiento de Manolo Ríos, un jerezano de pro, afincado desde hace muchísimos años en Madrid pero al que se le veía frecuentemente por Jerez, especialmente en Semana Santa y durante el Festival Flamenco de Jerez siempre acompañado por su esposa, Tina. Manolo, con el que mantuve una larga amistad iniciada desde los años setenta del siglo pasado, fue siempre una persona de una sencillez y afabilidad poco frecuentes. Gran conversador a pesar de cierta timidez, que como dijera Neruda es una condición ajena al corazón, era una delicia cómo analizaba y describía las diferentes actuaciones que veíamos durante el Festival y que durante muchos años compartíamos junto a críticos de la importancia de Ángel Álvarez Caballero, Manuel Martín Martín o especialistas de la escena como Paco López e Isamay Benavente. Fue una época que recuerdo nítidamente por lo mucho que me enriqueció como aficionado y como persona.
Manolo, periodista, escritor, poeta y crítico de flamenco fue, ante todo, un hombre extraordinariamente vinculado a su tierra natal, a su casta de campesinos, al paisaje y a la naturaleza que le vio nacer. No es extraño pues, que de él dijera Umbral, que desde Lorca no es fácil toparse a otro poeta más comprometido con esta tierra nuestra.
Por otra parte, su prologuista en el libro de poemas que reúne toda su obra poética, editado por Calambur, 2011, José Lupiáñez, asegura que Manolo Ríos no se parece a ningún otro poeta del mundo y cita al escritor y crítico Luis García Jambrina cuando al valorar el estilo de su escritura y la riqueza de su lenguaje, la denomina: "retórica de la abundancia y la insistencia".
Premio Nacional de Poesía, 1972, Premio Nacional de Poesía Flamenca 1977, crítico de flamenco del diario ABC, dirigió uno de los espacios radiofónicos más importantes de nuestro país, El cuarto de los Cabales, en Radio Nacional de España. Fue miembro fundador de la Cátedra de Flamencología de Jerez, miembro del jurado calificador del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba y editor de la revista flamenca La Serneta.
Autor junto a José Blas Vega de una obra de referencia en el ámbito flamenco, El Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, publicó un libro delicioso: De Cantes y Cantaores de Jerez, en el que hace una serie de reflexiones y valoraciones de los estilos y cantaores de Jerez imprescindibles para comprender algo tan nuestro y, a la vez, tan misterioso e insondable. Y así, cuando precisa que los jerezanos tienen a gala saber ser y estar, y el asumir la existencia con una filosofía que estriba, por un lado en vivir con intensidad, como lo ponen de manifiesto en sus fiestas y devociones, y por otro, en la forma generosa y sensible de su manera de entender el uso del tiempo, sin olvidar el profundo concepto que tienen de la confraternidad, nos matiza: "Y en un ámbito de tan especiales características, el cante refleja con su duende "el espíritu de la tierra", esa turbación que los cabales sienten y que les llega como desde un abismo ilocalizable. Es entonces cuando cabe preguntarse: ¿no es acaso este conmover del cante jerezano, dulcemente doliente en su pellizco, lo que podemos entender como razón clara de pureza jonda? Posiblemente sí".
Sabio, Manolo, en sus consideraciones, pero sin arrogancia, con la humildad que tanto le caracterizaba pero poniendo el dedo en la llaga por el profundo conocimiento que tenía de este arte tan genuino y primigenio.
Permíteme, Manolo, que desde el cariño te diga adiós con esta cuarteta de tu soneto dedicado a María Vargas: Aljibe del misterio de su gente/es su pecho tronando su condena/¡Carámbano de sal para su almena/de princesa morena del relente!
Descansa en paz, amigo.
También te puede interesar
El parqué
Jaime Sicilia
Tono pesimista
Tribuna Económica
Carmen Pérez
Índice PMI, guerra y tipos de interés
¿Y por qué no? Jerez, Capital Europea de la Cultura en el 2031
El parqué
Jaime Sicilia
Sesiones en negativo
Lo último
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Pelotas, no; balas, sí
Quizás
Mikel Lejarza
Nosotros o todos
Editorial
Inmigración: ni el más mínimo gesto