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Al final va a resultar que somos idiotas, en la más estricta definición que nos reporta la RAE, esa institución que, ya saben, "fija y da esplendor" a nuestra lengua. Hay palabras que se ponen de moda. Como sucede con todo en la vida española, donde la iniciativa brilla por su ausencia, detrás está la política. Si un deber tenemos los periodistas es ser (o al menos intentarlo) lo más concisos, breves y directos que nos sea posible. La palabra inmigrante está empezando a ser demonizada por ciertos sectores. Prefieren la palabra migrante cuando ésta es mucho menos precisa. Hay dos tipos de migrantes, el que llega, que es el inmigrante, y el que se va, el emigrante. Caer en la trampa de la corrección política supone cargar con una piedra más en la mochila de esta profesión que, últimamente, está repleta de jóvenes valores que se dejan influenciar por los comisarios políticos de verbo grácil e insultante. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Todo lo demás es hacerle el juego a los déspotas de las ideas.
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