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Apartir de cierta edad la Navidad son recuerdos de la infancia pivotando en tres momentos: las cenas de nochebuena y nochevieja y la mañana de reyes. Unos reyes, por cierto, que te hacían más llevadera la vuelta al colegio tras las vacaciones. Siempre infancia. Primero la tuya propia (sí, aún quedan recuerdos), luego la de tus hijos y, pasado el tiempo, la de tus nietos. Hoy a la navidad se han añadido demasiadas cosas: La extensión temporal, la competición lumínica, el compromiso forzado del regalo, la gula obligatoria… Ya no es lo mismo. Es otra manifestación actual del “pan y circo”, una herramienta de evasión colectiva que favorece no pensar en otras cosas importantes. La Navidad se manosea ad nauseam.
Pero en este tiempo no solo se manosea la Navidad. Se manosea también el himno nacional cuando se interpreta injustificadamente en actos religiosos y en las corridas de toros (Se cuenta incluso que un torero famoso lo exigió este verano para salir a torear en El Puerto). Parece que hay quien quisiera volver a los años cuarenta cuando el himno o el caralsol eran obligatorios en todos los actos. Y se sigue manipulando, manoseando, el fervor popular cuando, por ejemplo en Jerez, se pretende imponer un nombre religioso a un edificio civil como es un centro de salud, donde van a acudir agnósticos, musulmanes, ateos y otros, no solo católicos. Este tipo de comportamientos ‘culturales’ son el ariete que se abre al avance de la ultraderecha. Y luego el PP se quiere distanciar de Vox.
En Belén no había campanas ni luces. En Belén hubo un parto en condiciones extremas de pobreza. Es curioso: con el manoseo navideño estos días se acercan cada vez más a las saturnales romanas y a los rituales nórdicos del Yule. Es el ciclo de la historia.
Pues eso: Feliz Navidad y a vivirla como se quiera… o se pueda.
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