Sanción ejemplar en tiempos convulsos
Modestia
Un finísimo velo, labrado en mármol, cubre a una bellísima mujer, obra del genial Antonio Corradini; y luce su hermosura en la Capilla Sansevero de Nápoles. La Modestia (Pudicizia), así la llaman, que, aun sobresaliendo en espectacularidad escultórica, quiere representar la verdad velada, en transparencias, porque lo auténtico es imposible de ocultar. Con esta obra, Corradini personifica, con magia desbordante, el sentimiento que pretende trasmitir.
Quiero con esta sugerente efigie, acercarme a una de las virtudes amenazadas de extinción: la Modestia. En esta hora de tanto escaparatismo y relumbrón, las virtudes se han convertido en mendigas del hombre; cuando tendría que suceder la suerte contraria, y ser ellas las vestiduras con las que se adornasen los políticos inteligentes, así como otras especies de la zoología social y religioso. Pertenece la modestia a un reino en decadencia, cuando las cátedras están ocupadas por presumidos de pasarela y postín. Anda, la pobre, clandestinamente por los pocos espacios que quedan de cordura y serenidad política. De sobra sabemos que, en estos tiempos de propaganda preelectoral, sobresale, y de qué manera, el escaparate brillante y engañoso. Las personas auténticas son difíciles de tratar, y casi conviene marginarlas, no vaya a ser que lastimen el cotarro, resten votos, a esa otra mentira, más eficaz y productiva para las urnas, que una verdad inoportuna y siempre inaceptable, como bien conocen los técnicos de la estadística y la maniobra. Como hoy hay que hacerse valer, a costa de lo que sea, con tal de saberse vender y abrirse paso, sea con codazos, arrogancia, petulancia o perversidad, la humildad se esconde y la modestia desaparece entre tanto autobombo y arribismo insolente. Los valerosos no pueden permitirse el lujo de mostrarse con modestia; sería contraproducente para los resultados. Para eso están los cenobios, le diría un buen consejero de imagen. Aquí hay que mostrar caballero de fina estampa, el ocultamiento y la humildad serían contraproducentes, a todas luces de reflectores y publicidad. Se trata de romper el sentido del límite, aparentar lo que no se es y trasmitir lo que ni se siente ni se padece. Mentir, en suma ¡Ay Tezanos! Las proporciones se pierden y la medida de desecha. Esa es la táctica con la que vamos a desayunar cada día, hasta que se produzcan los comicios. 'Y tú más', será el slogan que acapare todos los acontecimientos políticos hasta las urnas. Y, como todos los maniqueísmos de la historia, nos veremos envueltos por esta impúdica postura que oculte, como Corradini, la verdad velada. La modestia habrá sido desplazada por gente desproporcionada, con complejo de Padre Eterno, creyendo que su estornudo puede provocar el desplazamiento tectónica de la falla atlántica. Los mandatarios alemanes, que saben de tan singulares personajes, ya les consideran como los paladines de las más altas negociaciones europeas. Y ahí lo dejo. Está claro que con modestia no podríamos andar por el Magreb; ni hacer compras, como lo hicieran quienes en Manhattan se retrataron promocionalmente. No, no es la modestia el traje que mejor lucimos para presentarnos en Europa, y menos para una negociación gasística apropiada. Es preciso cultivar el pudor, un poco de recato, aunque cotice a la baja en los valores dominantes. Los valores importantes requieren templanza (otra virtud perdida), como en la bolsa; de otro modo, la precipitación equivocaría la jugada. Necesitamos menos humos y más sustancia, más trabajo oculto y menos imagen de grandezas fútiles y pasajeras.
No quisiera con ello interferir ¡libera me, Domine! sobre 'Las Cuatro Estaciones' que pretenden explicar, como si de un NO-DO se tratase, aquellas virtudes democráticas que acompañan a nuestro 'leader'. Quien no da explicaciones al Parlamento y huye sistemáticamente de los periodistas avezados, ha buscado el narcisismo filmográfico, bajo convenio con empresas afines, para una serie de dos capítulos, ampliables a cuatro, para buscar la trasparencia que no se realiza en las cámaras de representantes. No confunda su señoría unas cámaras con otras, las primeras son antes. Sépase pues libertad, que ha engendrado en la falta de modestia su 'affaire' personal. Cosas más veredes. Sepa también nuestro 'leader' que es preciso cultivar el recato, que, aunque no vaya acorde con el siglo, es preciado valor entre los pequeños, humildes y desheredados ciudadanos y ciudadanas del Reino. Sería de agradecer que se dedicara con más ahínco al trabajo oculto, sin tanta espectacularidad, por aquello de que lo auténtico no se confunda con la grandeza de imagen que usted pretende. Es cuestión de la opinión pública, que llevaría directamente a la desembocadura del voto. Lo entiendo, Señor Presidente, ya que la perversión del sistema necesita de todos estos galimatías para llegar hasta donde usted ha llegado. Presidente, ese hombre.
También te puede interesar
El parqué
Mayoría de descensos
Entrando en agujas
Bernardo Palomo
De nuevo el tren
Desde la espadaña
La humildad amenazada
Lo último