El parqué
Álvaro Romero
Pequeñas subidas
Desde la espadaña
Pongan a punto los relojes; hoy es un día para provocar una nueva historia, dejar las trincheras de nuestras latitudes y salir al encuentro del hombre abierto a la esperanza. Un nuevo mundo es posible: la traición, el abandono, la huida, la negación, el odio y la cobardía han sido vencidos por una indescriptible y apabullante fuerza primaveral. La carne ha florecido en el auténtico 'jardín de las delicias' (el Bosco). El paradigma de la tiniebla ha claudicado a la luz, el hades ha sucumbido a la anástasis, la muerte ha sido absorbida por la vida '¿dónde está muerte tu victoria?'.
El viejo calendario se renueva con un 'agua pura que nos ha de purificar de todas nuestras inmundicias e idolatrías', de ruina y miseria, cárcel esclavizante, para llevarnos al perdón y al indulto. Es posible apostar por un hombre nuevo, por un mundo nuevo, donde el límite paralizante de la tumba deje paso a la libertad. Ya no se le pueden poner puertas al campo, porque un hombre ha roto la valla espinosa de la finitud. Falta que tanta luz no ciegue la posibilidad de verla. La piedra, que clausuraba la vida, ha sido corrida para darle paso a la Pascua. Con una condición: no volver la vista atrás, no recuperar el viejo equipaje obsoleto y anticuado. Abrid las puertas y ventanas, que ingrese la luz, la fantasía y el amor. Tiene que oler a pintura fresca, a lino transparente y cicatriz cauterizada. Va a entrar el Rey de la Gloria, el Hombre Resucitado.
Tomemos un punto de partida para comenzar de nuevo, ser principiantes tras tanta vida cansada, ser después de no haber sido. Se puede soñar la vida cuando el que la tiene nos espera por delante: 'volved a Galilea' y descubrir con nuevos ojos aquello que en su día nos apasionó por dentro y transformó cada minuto de la historia. Se puede volver a empezar, nacer de nuevo, si, al reinterpretar las manecillas del reloj, descubres con ojos limpios el amor que te has dejado varado por el camino. El Dios que habíamos pensado defraudó; ahora viene el verdadero, el Dios vivo que nada tiene que ver con el que habíamos creado, nada que ver con los prejuicios de nuestras ideas enjauladas y asfixiantes, nada que ver con el ídolo marchito de las ideologías dominantes.
Ha nacido un Dios que 'camina con nosotros, ríe con nosotros, llora con nosotros, bebe con nosotros el vino en la taberna' (R. Cantalapiedra). Ha rodeado, como un amante, cada poro de nuestro corpúsculo material hasta transformarlo en gloria bendita, al cuerpo le ha puesto alas y corazón al mezquino pensamiento. No hay guardia suficiente en el mundo para atraparnos en la tumba, ni sujetar la luz que atraviesa los avernos. La trayectoria normal de nacer, vivir, morir, ser sepultados, ha sido trocada en sepulcro vacío, y lo que estaba destinado a ser final se ha convertido en principio. La tumba se ha transmutado en cuna, y es ahora lugar de nacimiento: del mortal Adán al Cristo vivo y al hombre nuevo. Hoy el lugar del sepulcro sólo son mármoles y cirios, flases fotográficos y lugar de mercadeo religioso; pero ya no está aquí, ha resucitado.
La fuerza de un muelle existencial le ha lanzado al mundo de los vivos, para liberarnos de nuestros sepulcros, sin necesidad de cruzadas, sin miedo de caer en manos de infieles, con el sólo propósito de conservar y ganar al hombre, como única reliquia que merece la pena conservar. Estamos convocados a la cita de la vida, sin cuerpo para embalsamar, con el único propósito de abrir caminos de futuro: sol y luz, ganas de primavera que supere cementerios y revoque tanta derrota acumulada ¡hasta aquí podíamos llegar! Me gusta la escena en la que los discípulos salen huyendo de la tumba; yo también soy especialista en fugas: no soporto el dolor, ni el estancamiento modorro de los tanatorios. Tengo necesidad de salir al reencuentro con la vida, con el turgente sabor de la hermosura y acariciar la maravillosa potencialidad de tantos jardines florecidos. Del hombre alienado en sí mismo, hemos pasado al campo sin puertas, a la casa sin vallas y al génesis alado de las cosas.
Ya no afrontamos el fin como última etapa, ni tiene la muerte el poder que tenía, ni la quiero, ni se la espera. Aquel que vivió nuestra muerte, hoy nos da su vida para invertirle el sentido a todo aquello que nos cierra, reprime y esclaviza. A partir de Jesús la finitud es tránsito, porque Dios ha recuperado al hombre para la Vida. Se le ha restituido la materia que había sido dispersada por los desahogaderos del mundo como algo desechable, carne macilenta. Ha vuelto a su glorioso dueño verdadero: resucitó.
Ya nadie te llamará tierra abandonada, desolada o sin vida. Te llamarán la Desposada, porque el Señor te ha tomado en sus manos y te ha dado la Vida. A partir de Cristo, en palabras de Martín Descalzo: 'Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba. Acabar de llorar y hacer preguntas; ver el Amor sin enigmas ni espejos; descansar de vivir en la ternura; tener la paz, la luz, la casa juntas y hallar, dejando los dolores lejos, la Noche-luz tras tanta noche oscura'
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