El parqué
Jaime Sicilia
Jornada de menos a más
Desde la espadaña
Conozco a muchos ciudadanos desencantados de todo lo que huele a política. Yo mismo soy uno de esos que se sienten hartos ante tanta trifulca y desacuerdo irracional; si no fuera porque es erróneo plantearse la vida fuera de ella. Lo que ocurre en la política no sólo compete a los políticos, también a la gente común y corriente atañe la posibilidad de mejorar las cosas. Ya el término política, que proviene del griego 'polítikòs', nos involucra a los ciudadanos en los asuntos públicos de la urbe.
Nadie puede escaquearse de aquello que compete a todos. Aquí no valen argumentos filosóficos, ideológicos y religiosos que dispensen de la responsabilidad política que corresponde. Ni el angelismo ni el adanismo llevan a la sensatez. Toda actividad social pertenece al ámbito político, y es responsabilidad del ciudadano intervenir, por los medios adecuados, en los asuntos públicos.
En este sentido todos somos políticos en tanto que cualquier actividad humana actúa, para bien o para mal, en las relaciones que cohesionan las cosas del Estado. Otra cosa es que la institución que rige, legisla y distribuye los recursos a los individuos de un territorio se verifique como poder estatal y en base a su ideología propia nos sitúe en disputas, como se puede apreciar en las actuales contiendas partidistas.
Me gustaría que el Protágoras de Platón tomara el logos y nos situara, después de tantos siglos, en el concepto de virtud que lleva ser político; o que Aristóteles, con su Política, replanteara el ser racional y social que somos ante la hodierna irracionalidad vigente. Para Aristóteles, el tener una vida política y formar parte de la ciudad -polis- eran una misma actividad. Que el hombre sea político no significaba para los griegos una acción más en su vida, sino que desde ella se definía, siendo una actividad inherente a la naturaleza humana. Hasta tal punto era importante que, quienes no se dedicaban a ella, eran considerados seres inferiores.
Si queremos una 'Civitas' organizada bajo la ley, la razón y el espíritu, esto es, civilización, hemos de tomar en serio la responsabilidad política que compete a todos. Ya en la República Romana, el ciudadano se encontraba dotado de derechos y deberes (que, al parecer, siguen vigentes en nuestros días). El concepto central radica en la participación política que garantice la igualdad real entre los ciudadanos, y no quede sólo en manos de algunos irresponsables 'políticos', que bastante denostada tienen a tan noble actividad. Que haya que dotarla de ética, es evidente.
Ya Santo Tomás de Aquino decía que el Estado es un despliegue de la esencia social del hombre -animal político- que incluye la familia, aldea y polis. Naturalmente, el aquinate agregaba 'el reino'. Ea, que somos políticos hasta por los forros del alma, que va en el hombre inevitablemente co-fundida con el cuerpo. Nos necesitamos todos, y todos hemos de buscar la relación entre lo particular y lo universal, entre el individuo y la comunidad, si es que pretendemos llegar a algo, conseguir algo y vivir con sentido en medio del caos en que, tantas veces, nos sumergen los irresponsables cuando hacen caso omiso de los deberes políticos elementales. Pues eso es política.
Es verdad que, algunos, como Maquiavelo, han querido separar la política de la moral, pretendiendo que ésta tuviera leyes autosuficientes y autárquicas; sólo que, al hacerlo, les ha nacido el monstruo de las siete cabezas. Cuando la política se pone de costado, y deja que la moral pase sin mirarla, el totalitarismo se adueña del sistema y la degeneración corrompe las estructuras (véanse ejemplos recientes en las hemerotecas de no todos los periódicos).
Toda ética implica cierta concepción de la política y de sus relaciones con la moral; y toda teoría política, supone una ética. Pregúntesele a Kant qué relación ha de haber entre razón práctica y razón teórica, qué de una sin la otra. Como no soy ingenuo, ni me babo, también hemos de considerar las acepciones de lo que la política es.
Los políticos de determinados grupúsculos sociales buscan sus fines de poder; de ahí que se derive en una lucha titánica por conseguirlo. Mal asunto si lo que se pretende es la perpetuación en el poder de unos contra otros. Ya vemos algunos resultados de orden público cuando los escraches impiden el legítimo derecho de un mitin público en algunos territorios 'ex-pañoles', un poné.
Espero que, sobre todo en estos momentos preelectorales, los políticos actuales garanticen el orden público y la defensa de la integridad del Estado como fin mínimo de la política, otro poné, que es el bien común. Porque el estilo maquiavélico de la búsqueda del poder por el poder, sería la forma más degenerada de ejercer el poder que nos pudiera sobrevenir. Miedo me da tal objetivo. Por ello animo a todos los ciudadanos a participar en la política activa, en la razón de ser y hacer nuestra sociedad, con el fin de que, lo que nos es propio como ciudadanos, no se conculque entre los objetivos disimulados de los grupos de poder.
Que sea utopía o no cuanto digo estará en el modo y manera en que cada uno de nosotros se tome en serio la responsabilidad de hacer sociedad con los demás. Este es un tiempo que afecta a mi tiempo y a tu tiempo, y por supuesto al futuro que se establecerá con las políticas de hoy y aquellos que nos representen. No es cualquier cosa. Con la política de hoy nos jugamos el mañana.
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