Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

El episodio de Ortega Smith en el Ayuntamiento de Madrid merecía la reprobación. Si no cuidamos las formas, terminaremos como en esas imágenes que vemos de los Parlamentos de algunos países del Este donde políticos trajeados se lían a puñetazos.

Nuestro sistema garantista no es perfecto, la democracia está lejos de serlo, aun cuando sea el más deseable en el que transitar por este mundo. Por encima incluso de la democracia está el Estado de Derecho, al que ponemos en solfa sin pestañear.

La cuestión no es que algunos merezcan la reprobación, sino que muchos de nuestros representantes no deberían haber llegado nunca al cargo; las exiguas limitaciones para acceder a tal dignidad, los colaron por la puerta principal.

El concejal que acongojado vio llegar dos metros de boina verde a su escaño es el mismo que hizo muchos escraches miserables, el más significativo el de la expresidenta Cifuentes. Vean el video, eso sí que es invadir el espacio ajeno con amenazas y vejaciones.

Su compañera de pupitre violentó a gente que escuchaba misa, interrumpiendo semidesnuda el oficio. Fue condenada por ello. Esto es anecdótico si lo comparamos con la dedicación a la política de Otegui, terrorista condenado, de la diputada Aizpurúa, editora que señalaba objetivos que ETA mataba; una broma si lo comparamos con los condenados por sedición y fugados de la justicia elevados a sujetos políticos con los que se negocia y acuerda el futuro de un país. ¿No es esto mucho más grave? ¿Quién reprueba a estos indignos representantes? ¿Quién reprueba a quienes -por cálculos de poder- los amnistía?

La democracia es algo más profundo que la suma aritmética de apoyos de la cámara, la casta se aprovecha de la falta de educación política del ciudadano medio, que se deja chulear. Lo triste es que a muchos de ellos les encanta que le chuleen.

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