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Procastinar es una palabra que ha pasado de ser utilizada sólo por pedantes irredentos a estar de moda para referirse a aplazar la ejecución de los deberes, de evadir lo que nos urge, pero nos provoca un pellizco de culpa en el estómago cuando se nos viene a la mente la obligación o el compromiso en cuestión. El procrastinador se enreda en otras actividades para no afrontar una responsabilidad o una decisión que debe tomar. Por ejemplo, se dedicará a pactar, a intercambiar estampitas de poder para conseguir una investidura parlamentaria, a hacer gobiernos de retales de distintos colores, a ejercer de líder global que se granjea una pequeña marca de estadista dando avionazos por el mundo. Mientras, el procrastinador -Pedro Sánchez, sí, pero no sólo él, aunque sobre todo él-dejará de lado la verdadera misión del gobernante en la tierra, esta maravillosa tierra líder mundial en muchas cosas, y desempolven de vez en cuando el artículo 'Líderes' de Manuel Vicent de hace poco más de un año. Pero también tierra de Caín, de aguafuerte de Goya y esperpento surrealista, y de pasión por la fragmentación.
El gobernante debe gobernar, y permitan la obviedad. Y gobernar significa, en esencia, aprobar y aplicar un presupuesto: conseguir los ingresos, controlar los gastos que han sido distribuidos por las exigencias del mantenimiento de la institución o empresa y según la visión política del ganador -y sus aliados y secuaces--, y aplicar las inversiones en infraestructuras, servicios, fomento del desarrollo y otras. El Gobierno en funciones es campeón europeo en procrastinar con los Presupuestos Generales del Estado. Y su demora y postergación posterga y demora a las comunidades autónomas, que aún lo son y dependen en buena medida de las válvulas y raciones presupuestarias del Estado central. De manera que no sólo el Gobierno, sino 7 comunidades autónomas viven con presupuestos prorrogados. Entre esas CCAA. procrastinadoras está Madrid. Y por supuesto Cataluña, que está en la lucha y no en el gobierno de las personas y sus cosas. España es campeona de Europa en incumplir la obligación política principal de sus regidores. Pero repetiremos una idea que no es nueva aquí (ni tampoco demasiado ocurrente): la economía no importa; rigen la bilis y el insulto, la carótida reventona, el ombligo maravilloso del que se ignoran las pelusas. Quién quiere presupuestos habiendo un maratón de combates a tres asaltos y sin guantes. Qué más da que sin ellos no se puedan modificar impuestos, modular pensiones y salarios públicos o realizar nuevas inversiones públicas en educación, sanidad, infraestructuras o tecnologías. Esto es lo que hay.
Ahora bien, eso sí: deje usted de pagar su declaración de la renta IRPF en su fecha, o de ingresar las cotizaciones de autónomo antes del último día de plazo, tenga o no el dinero. Baile usted una factura de un trimestre a otro en su declaración trimestral de IVA. Deje de pagar una cuota de su hipoteca y su préstamo personal, u olvide pagar una multa de tráfico o el IBI rampante de su ayuntamiento (bomba de oxígeno de los pequeños consistorios, por cierto. A quienes también maltrata la interinidad de los presupuestos (los de Rajoy, por cierto). Entonces será usted castigado, o como decía el chiste: "Dese usted por jodido". Recargos, apremios, embargos, multas, sanciones severas… y su reflujo gástrico erupcionará, su insomnio será su fiel compañero, su familia se resentirá, su amor y sus gozos pasarán a un tercer plano. En arrear al ciudadano por su incumplimiento no hay procrastinación alguna, y hay toda severidad. (Mientras, desde una galaxia no muy lejana de aquí llamada Eurocracia, nos vuelven a lanzar amonestaciones sobre nuestra deuda y nuestro déficit públicos, y por nuestro altísimo nivel de paro).
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