Análisis

Inmaculada Peña Ruiz

Reflexión sobre la idea del coleccionismo de arte

Cuanto más difícil es entender una obra de arte y más lejana a la vida cotidiana nos parece, mayor es la necesidad de ser protegida y conservada por su coleccionista y depositario.

Al enfrentarnos a una colección de arte, no sólo contemplamos la técnica y capacidades de los artistas, además, estamos inmersos en una idea global compleja, fruto del trabajo del coleccionista, institución y comisariado, cuyo futuro está en manos de los amantes del arte, expertos, historiadores y también la providencia.

Cabe señalar que no todas las obras de arte con las que cuenta una colección se exponen, sino que se clasifican y agrupan para un fin expositivo concreto. Las colecciones de arte fomentan el valor por lo artístico, un atractivo histórico y cultural que genera la popularidad de determinadas piezas expuestas, que pasan a ser un reclamo para las visitas del espectador.

Al igual que el resto de los bienes materiales, las obras de arte tienen un destino, y este destino no sólo depende del talento del artista. También depende del espectador, del experto, del cliente y del coleccionista, y su vez, de la historia material y circunstancias externas como guerras, cambios de ideologías, revoluciones, etc.

Así ocurre, sobre todo, con el arte que ha sido "abandonado", el no entendido o el deliberadamente perseguido, como fue el caso del arte religioso jerezano en varios momentos de la historia y por diversos motivos.

Llegado a este punto, me cuesta creer como no contamos con un mayor volumen de colecciones de arte, si tenemos en cuenta la vasta proliferación de casas bodegueras en la ciudad y periferia durante el siglo XIX. Y más aún, que no haya beneficios que promuevan el estudio histórico artístico de las que tenemos… como diría Battiato "espero que retorne pronto la era del jabalí blanco".

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