Análisis

Fátima Ruiz de Lassaletta

Las viejas Soleras de Villavicencio. De Paúl y Angulo a González García-Mier

Esta añosa autora y colaboradora del Diario - en temas jerezanos y costumbrista- ha tardado 70 años en escribir sobre las viejas y perfumadas soleras de Amontillados y Olorosos - procedente de la medieval familia jerezana de Villavicencio- que tuve a la altura de la almohada en la década de los años setenta del siglo pasado. Y no lo ha hecho hasta en su reciente obra 'Franceses en la expansión del jerez' porque la memoria es selectiva y si las recordaba, tenía que evocar uno de los paraísos perdidos de su adolescencia, que es cuando se forjan el carácter y buen gusto. Mas es con motivo del 50 Aniversario de la compra de esas 360 botas de vinos centenarios por del doctor Faustino González y su esposa Carmen García- Mier, y por el excelente cuidado, enológico y comercial, que le están dado sus herederos, es por lo que hoy les doy la enhorabuena aquí. Pues toda empresa local de éxito es digna de alabar.

Hay que recordar la figura arquitectónica de la 'casa-bodega jerezana' donde el jardín o trabajadero eran medianeros entre el negocio y la vivienda del propietario, para comprender porque mis hermanas y yo disfrutamos, pared con pared y ventanal con ventana, de la fragancia de aquellos caldos únicos y del perfume de la rosaleda, del naranjal-limonero, y de los parterres recién regados de boj - también centenario- o de las calas y demás flores de temporada. Vivíamos en 'El Recreo de Paúl y Angulo', en la esquina del paseo de capuchinos con el 'callejón de Paúl' de nuestro apellido paterno. Nuestro fundador había sido José Paúl Pasquín (1802- 1856), y fue su esposa Inés de Angulo y Villavicencio ( 1817-1884), quien le sucedió al frente de sus bodegas y compró -que no heredo- las viejas soleras de sus primos Villavicencio. Como su prima Servanda Paúl, aportó las vecinas bodegas a su esposo Agustín Blázquez, con sus también excelentes vinos y brandy.

Situados en el espacio y tiempo, habría que responder al cómo, al porque, de la calidad. Y es que si bien los hermanos Paúl y Angulo-Villavicencio , se dedicaron con cierto éxito a sus bodegas - sobre todo el primogénito Francisco- sus herederas (de bodegas y vinos) fueron mujeres, bodegueras celosas de su patrimonio, mas sin gran iniciativa entonces, que los comercializaron muy poco hasta principios de los años setenta del siglo pasado. Cuando por recalificación del suelo industrial a urbano, vendieron sus viejas soleras. Felizmente - por sus resultados- a los mencionados señores González Garcia-Mier, quienes conservaban una bella bodega de su señor abuelo el gran gerente de Domecq para Cuba e hispano-América don Agustín García-Mier, donde ahora gozan estos viejos jereces del sueño y del trato que dar a los grandes vinos.

Si aquellos Amontillados eran ya centenarios en 1972; si hacia treinta años que su capataz 'El Inglés' - Paco, quien guardaba unos dedalitos de cristal para ofrecernos Pedro Ximénez y tiza para pintar a los jóvenes- solo reponía la merma por osmosis de los ricos caldo, y en el despacho - reñidero de gallos ingleses, de ahí su mote- no los servían a los parroquianos. Y las botellas de Oloroso Viejo , para la playa, las daba solo a demanda de 1 en 1 a sus propios amos Paúl , pues nos encontramos ante unos vinos excepcionales que como VOS y VORS hoy existen. Vinos limpios al trasluz. Intensos a la nariz. Y amables y aterciopelados al paladar.

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