Análisis

Tacho Rufino

Tírate en el pie un referéndum

Aunque el del 'Brexit' fue legal y limpio, el 'indepe' catalán y el soberanista británico eran consultas perfectamente prescindiblesEl Acuerdo de Retirada es un melón por calar, sus consecuencias son impredecibles

Reconocer que las decisiones políticas, y más negociadas entre varias partes, no suelen ser económicamente racionales es políticamente incorrecto. Que la democracia y sus mecanismos de decisión son artefactos excelsos de la civilización humana es tan cierto como que algunos de esos mecanismos de consenso y voto universal -"una persona, un voto"- son una caja de bombas, o por lo menos, de Pandora: de un referéndum, por ejemplo, pueden salir mandatos irracionales y hasta destructivos para la comunidad que los vota. Los referéndums suelen ser tretas de quien ostenta el poder. Por supuesto, en las dictaduras: nunca un dictador perdió un plebiscito Sí/No. Pero también en las democracias parlamentarias puede darse el caso de que el gobernante de turno utilice tal consulta mientras utiliza con mayor denuedo aún su poder -legal, pero prostituido- para arrimar el ascua a su sardina. La consulta populista e ilegal que los encubridores de la corrupción Pujol&3% instrumentaron en Cataluña ejerciendo la propaganda -el marketing del poder- y con el enemigo oficial más ladrón -Espanya ens roba- tiene alguna nota en común con el referéndum del Brexit: precisamente la parte epidérmica, la de los sentimientos, la del enemigo agresor e invasor. La Europa que nos saca pasta y que nos ha robado nuestra soberanía. Bueno, la diferencia fundamental es que la consulta del Gobierno de David Cameron fue limpia y legal, y la de Puigdemont, ni lo uno ni lo otro. Lo que no obsta para afirmar que ambas respondan al esquema "darse un tiro en el pie", o dos: la Cataluña indepe se lo propinó al suyo y al de todo el Estado; el Brexit, a la Gran Bretaña y a toda la Europa comunitaria. Que los referéndums democráticos son una metralleta en las manos de un simio -aunque sea en fase sapiens- lo atestigua el ingente Acuerdo de Retirada: es un melón por calar, con multitud de flecos e inmensas incertidumbres. ¿Para qué todo esto? ¿Quién gana?

No ganó desde luego Cameron, el premier tibio y torpe que accedió en pleno periodo electoral de dádivas y promesas falsas a las presiones de un nacionalista -esa plaga victimista pero victimaria- como Farage y a otro tibio, desubicado y con enorme tufo de perdedor: el laborista Corbyn, que se diría que por qué no explotar esa veta del abandono de la Unión Europea. Tras las elecciones, el referéndum de marras. Con una Escocia con afanes europeístas, independentistas y -no se olvide- petrolíferos, que abominaba del Brexit: y así se reflejó en sus votos. Con una Irlanda del Norte puesta en entredicho, que comenzaba, incluso en su parte protestante, a ver con mejores ojos una futura reunificación en una Isla Esmeralda republicana. Con un envejecido y asustado mundo rural decaído y decadente que abrazó la salida, frente a una Gran Bretaña simbolizada por Londres y su City que estaba convencida de que el Brexit acabaría en farol histórico. Quizá por eso, los asustados y los sugestionados por la propaganda del miedo -como suele pasar en los referéndums- se quedaron en casa tomando tinto y té, o de picnic en Saint James Park. La vcitoria apretadísima del Brexit es suficiente para poner un bombaro en toda la trama institucional europea generada durante más de 50 años. Que son los que llevaba Gran Bretaña siendo miembro del tal club europeo.

Y europeísta: eso es lo que nunca han tragado del todos los ingleses. No conviene olvidar un asunto clave: mientras los británicos -desde Thatcher- buscaban en la CEE/UE mercados, alimentos, finanzas, los alemanes y franceses -por establecer ejes evidentes- buscaban aún más que eso un sistema legislativo común que evitara la posibilidad de conflictos abiertos: prevenir la reedición del trauma bélico no tan lejano. (To be continued).

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