Un mes más. Eso pide el busto parlante que sale en la tele en la sesión del sábado al mediodía. Treinta días más de estado de alarma. El busto parlante manda. Lo miro desde el sofá. Eso es lo que quiere el busto parlante. Sé que el busto parlante es el presidente del Gobierno. Sé que se llama Pedro Sánchez. Pero he llegado a un punto en que ya no lo veo como a un hombre, sino que me parece una máquina que alguien activa los sábados por la mañana, le da lustre, la acicala, le ajusta los circuitos, le calibra el tono, los graves y los agudos, le estabiliza la mirada y le sincroniza los gestos. No he tomado ninguna droga, tan sólo un par de tragos a la cerveza, pero lo veo así. Me da por pensar que pueden tener varios clones del busto parlante en un sótano climatizado y a oscuras del Palacio de la Moncloa, por si alguno falla, todos idénticos. Al de ayer le cambiaron la tarjeta de la prórroga de los quince días y le instalaron otra de treinta. Y el busto parlante pidió un mes más para el estado de alarma.

El miércoles irá al Congreso de los Diputados a pedirle a lo que va de Parlamento en estas fechas que apoye la petición del busto parlante. Al Congreso sí va el ciudadano Pedro Sánchez que es presidente del Gobierno. Un busto parlante allí es correr un riesgo innecesario. Sería descubierto. Ahí sí que la pifiaría el Gobierno, todos los errores cometidos hasta ahora serían peccata minuta comparados con este. El busto parlante puede fallar en la tele. La señal funde en negro y se justifica como un problema de la transmisión. Alguien que ha pisado un cable (o que lo ha desenchufado porque la desesperación lo ha empujado a la coña nerviosa). Un desajuste telemático. En la trastienda tendrán a mano otro busto parlante para que continúe donde lo ha dejado el anterior. Con la disculpa preparada por el corte. Pero encontrar al androide Pedro Sánchez, ágil de movimientos, que suba y baje la escalera de la tribuna de oradores y se siente y se levante del escaño... Eso ya es más complicado. Puede que haya científicos trabajando en el asunto. Y quizás algún día haya en el hemiciclo un replicante del presidente.

Entonces tal vez la única solución sea un Rick Deckard a la española -desideologizado, por supuesto- que ande vigilante por si acaso al androide le dé por salirse de madre. Aunque, ¿no se ha salido ya? Viendo al busto parlante en la tele, con la cerveza apoyada en la barriga prominente -y ahora un mes más para seguir engordando- creo que ese blade runner hispano tendría que hacerle ya, con toda urgencia, una prueba de empatía, el test Voight-Kampff. Porque, ¿es lo que estoy viendo en la tele un humano o un replicante? ¿Dónde está el verdadero Pedro Sánchez? En la era post-Rubalcaba, ¿no se reconvertiría el PSOE en una suerte de Tyrell Corporation para fabricar replicantes "más socialistas que los socialistas" y le ha salido este busto parlante?

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