Por un alto el fuego en España, como en el Líbano
Destino de la frontera
Tan importante es que todo fluya convenientemente como que lo parezca porque ante una tragedia hay que saber actuar. Tanto por la preparación y la eficacia de los que deben tomar las decisiones como por el apoyo emocional convenientemente diseñado que necesita toda población que se vea en esa tesitura. Ante la ristra de comentarios de todo tipo, de análisis de las situaciones, de críticas sobre las actuaciones o de opiniones encontradas lo cierto es que todavía Jerez se sigue inundando donde siempre. En las mismas calles céntricas, en las mismas carreteras, en las mismas pedanías y en los mismos campos.
Hacer un diagnóstico es muy fácil. Solucionar el tema es lo que se nos antoja complicado. No porque no haya medios, protocolos o ingenieros que tengan la respuesta, sino porque parece que no hay voluntad ni estamos preparados para ofrecer alternativas factibles a tanta falta de sentido común, lo que, a su vez, contamina cualquier indicio de solución a corto y medio plazo. Tanto por la falta de preparación de los gestores como por el pobre recorrido político de quienes gobiernan. Las infraestructuras pueden estar obsoletas, los dineros pueden ser un problema, pero sobre todo parece que lo que falta es la determinación de actuar como se debe para acabar con tragedias de una vez para siempre, y más cuando seguro hay tecnología de sobra para hacerlo.
No es lógico que se mantengan edificios en pie en zonas potencialmente peligrosas, no puede ser que se den licencias de obras en terrenos pantanosos, no puede ser que se sigan haciendo desvíos de ríos o riachuelos que no cumplan criterios de seguridad, no es de recibo que las redes de alcantarillado sean de siglos dieciochescos ni que zonas peligrosas sigan siendo urbanizadas y habitadas en contra de las leyes de la naturaleza. Una madre naturaleza autónoma en sus comportamientos que tiene hijos díscolos, maleducados y con idiocia.
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