Análisis

Carmen Pérez

El dinero digital soberano, más cerca

Son muchos los bancos centrales, tanto de economías avanzadas como emergentes y en vías de desarrollo, los que están explorando la posibilidad de emitir dinero digital. La mayoría aún se encuentran en fase de estudio, pero otros están más avanzados. Como el de Uruguay, que la ha emitido mediante un programa piloto de alcance limitado; o como el Riksbank sueco, que tras dos años investigando si la corona debe emitirse en forma electrónica, la e-krona, este mes ha decidido dar un paso más y analizar ya las posibilidades tecnológicas para implementarla. Ahora, el ritmo de todos estos procesos puede cambiar: el anuncio de Facebook de emitir Libra, una moneda digital e internacional, va a acelerarlos.

Aún no se tiene claro qué diseño concreto sería el ideal. La mayoría parece decantarse por un moneda digital no anónima, o con un enfoque híbrido, anónimo para pequeñas tenencias o transacciones, y rastreable para las grandes. También tienen que decidir si los particulares y empresas mantendrían los depósitos directamente en los bancos centrales, y si estos podrían estar remunerados o penalizados en función de la política monetaria. O incluso si la opción más correcta sería apoyar monedas fiduciaria digitales del sector privado, esto es, que la emisión fuera privada pero con respaldado soberano.

Según se escogiera uno u otro enfoque, su emisión tendría diferentes consecuencias para la estabilidad financiera, para la estructura del sector bancario y para la transmisión de la política monetaria. Y en cada caso habría que perfilar con sumo cuidado cómo se llevaría a cabo la transición hacia el nuevo sistema financiero y monetario, porque algunos modelos de moneda digital soberana podrían implicar hasta la desaparición de la banca.

Los motivos para emitir monedas digitales soberanas son muy variados. Si Suecia tiene tanta prisa es por la intensa disminución del uso del dinero físico en su territorio. Según una encuesta del Riksbank, solo el 13% de la población pagó en efectivo su última compra. De desaparecer, se eliminaría completamente la esencial conexión del banco central con el ciudadano. Para otros países con finanzas poco desarrollados, sin embargo, su principal interés es darle solución a la exclusión financiera. Aumentar la eficiencia y reducir los costes de los pagos, mejorar la trasmisión de la política monetaria o acabar con las dolorosas y costosísimas crisis bancarias constituyen otras razones de peso para que los bancos centrales decidan lanzarse.

Pero más allá de todo eso, hay un motivo más fundamental. La tecnología está propiciando que proliferen multitud de monedas privadas. Libra, el órdago de Facebook, va mucho más allá que todas esas criptomonedas. Seguramente con la intervención de los supervisores y reguladores no llegará a ninguna parte o lo hará de forma descafeinada, pero su simple anuncio ha puesto sobre la mesa la imperiosa necesidad de que los Estados y bancos centrales reaccionen y procedan a adaptar las monedas nacionales al nuevo marco tecnológico. Sólo así protegerán la supremacía del dinero público en un sistema financiero digitalizado. Urge que actúen antes de que sea demasiado tarde.

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