El parqué
Álvaro Romero
JORNADA DE REBOTE
Desde la espadaña
¿conocéis lo de la gallina? Cuentan que Stalin -(Satalin, le llamaba mi abuela)- cogió amorosamente a una gallina del gollete, la golpeó, la pateó y hablándole con ternura la desplumó entera mientras el ensangrentado bicho se retorcía de dolor; no Stalin, la gallina. Luego tomó un puñado de maíz e hizo que la maltratada ponedora le siguiera. ¿Sabéis qué dijo? La gallina no, Stalin. Que así era el pueblo y que así se gobernaba.
Sospecho que todo este cuento habrá salido de la maledicencia de algún contrarrevolucionario. Las medidas que el susodicho implantó para afianzar la revolución soviética, además del culto a la personalidad del líder, fueron estremecedoras. Naturalmente, para el bien del pueblo, ese que siempre paga el pato y aplaude con suma alegría y beneplácito el sistema de gobierno que le ha de desplumar.
Dice la historia, de la memoria verídica, que las medidas del nuevo régimen provocaron la mayor hambruna conocida desde el período Sidérico. El sueño del pueblo ruso se fue convirtiendo en una pesadilla provocada por las medidas del idolatrado líder. Hay quien dice – seguro que algún despreciable capitalista- que a falta de ratas que llevarse a la boca se llegó al canibalismo. Fue tanta la preocupación de sus correligionarios (porque siempre hay quien tiene corazón en las gélidas estepas siberianas) que se estableció un comité para darle cuentas al Padre del Pueblo de cuanto le estaba sucediendo a los hijos. Y, al parecer, fue entonces cuando, en esa reunión de secuaces, sucedió lo de la gallina.
Así se gobierna, estúpidos -les dijo con un dilatado carcajeo histriónico, de cuyo eco hemos podido disfrutar recientemente en el parlamento español. Se trata de crear problemas, llevar al pueblo hasta el límite para que luego sientan la mano dadivosa del todopoderoso Papaíto que nos ama y puede salvar. Sabiendo que las necesidades del vulgo son largas, satisfaciéndolas a corto plazo, se les anula la memoria, que es corta. Eso es todo, camaradas, así de simple. Cualquier parecido con la realidad, pura coincidencia.
Hay granjeros que entienden bien la política gallinácea. Bastan unos granos de maíz. No se precisa educación ni criterio. Las buenas ponedoras sólo se conforman con la comida; más allá de la alambrada no existe libertad, todo es un mito ¿Merece la pena recordar a la gallina desplumada en pleno siglo XXI? Aquí no hay crisis (dijo Pedro Solbes+), sólo se precisan ciudadanos que paguen más impuestos para mantener la Dacha del Partido ¿Quién le pone el cascabel a Stalin? Ni Agamenón, ni su porquero. El Holodomor no existió, los campos nazis se lo inventaron los pérfidos judíos, no ha habido ningún golpe de Estado en Cataluña, y las víctimas del terrorismo es una mitología facha para romper la convivencia de los españoles.
El paradigma social ha cambiado, señores. Gardel lo declamaría mejor: “Verás que todo es mentira. Verás que nada es amor. Que al mundo nada le importa. Yira, yira” Por supuesto no faltarán coches oficiales, despachos, ministerios, ni estómagos agradecidos, que, ya sin conciencia, justifiquen el despeluche del ornitorrinco. A este paso no nos van a dejar ni las monedas del barquero, por lo que andaremos como almas perdidas en el río Aqueronte por no poder pagar el descanso del más allá. Terminarán haciéndonos culpables de cuanto está sucediendo, de nuestra insuficiente inteligencia, hasta invalidar la capacidad que tengamos de revolución.
Lo dice Chomsky, gurú de la izquierda, en el estudio que hace de las estrategias de manipulación. Se trata de distraernos, desviar la atención del ciudadano, de sus problemas importantes, para que el pueblo se entretenga en menudencias y no aborde los problemas importantes que desarrolla la tiranía. Mientras flotemos por el diluvio de las naderías, la guerra estará tranquila. Inventemos los problemas que nos interesan, que ya le daremos soluciones engañosas. Así hasta el infinito: leña a la gallina, que ya comerá el maíz que regalemos: subvenciones al cine, a los ninis, a los garitos sindicales, a los pobres abuelos, y al de la moto. Un baño de populismo que justifique después las tropelías que nos convenga. Y todo de manera gradual, como ranas en agua tibia, hasta morir de gusto.
Lo que se decía del neoliberalismo, ahora aplicado con el neocomunismo emergente ¿Qué más da si el comportamiento humano es predecible, tanto como manipulable? Todos contentos, aplaudiendo a quien nos despluma y atormenta. Y como todo nos lo venden como doloroso y necesario, la masa acepta impasible ese futuro de sacrificio pensando ingenuamente que todo irá a mejorar mañana ¡un mohón! De este modo dilata el tiempo para que las ideas perversas penetren en la mente candorosa con resignación borreguil y mansedumbre bovina. ‘Avivemos el seso y despertemos’ del letargo opiáceo al que nos quieren someter los impresentables salteadores del poder.
Con sus peroratas, argumentos y entonaciones nos tratan como a menores de edad, nos infantilizan para que reaccionemos emocionalmente sin reflexión, de tal modo que vuelva a ellos la razón perdida. Toda una estrategia. Pero ya no podéis mantenernos más tiempo en la ignorancia, ni complacientes con la mediocridad que queréis conseguir. He aquí que el ave doméstica desplumada se ha revelado y no quiere seguir comiendo el alpiste de la sumisión. A quien corresponda este cacareo.
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