Un ganadero señor

03 de septiembre 2025 - 03:06

Mi pluma lleva silente demasiado tiempo. Varias veces he tenido motivos para despertarla, pero por razones de diferente índole, ha continuado en un prologando letargo.

Mas hoy tengo una motivación muy sentimental y la voy resucitar. Una modesta esquela en el Diario de Jerez ha removido en mi la nostalgia, mis sentimientos; quiero recordar a un personaje jerezano que nos ha dejado recientemente, Don Rafael García Romero (q.s.G.h.).

Jerez es irreconocible para los que nos acercamos al ochenta y más aún para los que lo superaron. Rafael García Romero fue hijo de Don Jerónimo García Perea, entre otros hermanos Javier, notable jinete y fundador de la cuadrilla de jinetes de la REAA y más tarde profesor de equitación en dicha institución.

Don Jerónimo, su padre, cuñado de Don Álvaro Domecq Diez, fue un jinete de fina estampa como los fue Don Álvaro. Ambos han sido los jinetes vaqueros que mejor “caían” a caballo. Tenía cuatro cortijos con nombres preciosos: Los Prados, Las Pavonas, La Basurta y Maritata. En La Basurta y las Pavonas tenía una ganadería de bravo y en Las pavonas de hacían los tentaderos de utreros bravos a campo abierto. Rafael, Javier, su padre y los mejores garrochistas de la época allí se daban cita todas las primaveras. Ahí esa imponente fotografía de Belmonte, Manolete y Don Álvaro.

Recuerdo imborrablemente la estampa de Jeromo a caballo en su jaca campera, vestido siempre de ropa corta, sombrero a la ancha ladeado, vara de membrillo y un puñado de riendas en la mano izquierda y con la garrocha de majagua en el brazo derecho. Domaba las jacas a la más tradicional manera de la vaquera. Metiendo los pies, con el mosquero de oreja a oreja. Igual que su cuñado Álvaro. Eran dos almas gemelas en la jineta y en la afición al toro bravo. Tenía cierto parecido hierático al califa de Córdoba, el monstruo, Manuel Rodriguez Manolete muerto el 28 de agosto de 1947 por una cornada que le seccionó la femoral dada por el toro Islero de la Ganadería de los Sres. Miura en la plaza de Linares.

Casualmente, estaban en Madrid nuestros personajes -Don Álvaro y Don Jerónimo- y comentaron que deberían ir a ver a Manuel Rodríguez Manolete pues era la última corrida que toreaba antes de irse a hacer la temporada americana. Y allá que fueron. Presenciaron la fatídica cornada y poco después la muerte del maestro. Son circunstancias inesperadas que suceden. Habrá personas que estas historias no les digan nada o les resulten rancias y de color sepia. Pero yo las veo envueltas de nostalgia y misticismo.

Me contaban los aficionados al caballo de ese Jerez desaparecido que Don Jerónimo tenía su cuadra de los caballos en la Calle Clavel; vivía como otros importantes ganaderos y labradores -Don José Pérez Luna García- en la Calle Pedro Alonso. Allí en la calle Clavel enganchaba su faetón con dos flamencas jacas a la calesera y con ellas iba a sus campos; cuando allí llegaba, desenganchaba y le echaba la montura a una y se iba a ver los campos y el ganado. Eso son jacas domadas y lo demás son cuentos.

Muchos recuerdos en la tristeza de ver esa esquela en el Diario. Añoranzas de un Jerez rural pero señorial. De grandes labradores y ganaderos y hoy devorado por la modernidad; supermercados, avenidas, polígonos comerciales han transformado este paisaje, han cambiado a los personajes y solo en las retinas de los pocos viejos aficionados que vamos quedando aun bullen los recuerdos.

Descanse Rafael en la paz del altísimo, señor de campo, ganadero, jinete hijo y nieto de grandes labradores. Este es mi homenaje y tributo a una gran familia jerezana de labradores y ganaderos.

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