Felipe Ortuno M.

Libertad de pensamiento

Desde la espadaña

22 de enero 2025 - 03:04

Aquí todo el mundo tiene libertad de pensamiento; pero que no se te ocurra exponerlo. Cuando hablas te las dan todas hasta en el cielo de la boca. Tiene la libertad las patas muy cortas; incluso en la idílica democracia que soportamos. Cabe el aplauso y la rendición, rendibú y genuflexión. Y lo aplico a todos los estamentos y condiciones. La condición humana, me refiero ¿O habíais pensado en otra? Las sociedades democráticas censuran tanto como las que no lo son. Sólo tienes que asomarte a las disciplinas de partido ¿Qué son sino aparatos cerrados de decisiones arbitrarias difícilmente contrastadas en un congreso?

Quizá se haya avanzado en que, después de opinar, te permitan irte a tu casa y no a la mazmorra, eso sí: ¡hasta luego, señor, y no vuelva por aquí! Se nos da la libertad de cambiar de creencia o de partido; pero ¿quién se atreve a pedir rendición de cuentas? El mundo pasa por lo que te permiten. Si no estás de acuerdo, te bajas del mundo, que diría Mafalda. Queda, por tanto, en entredicho la verdad y la libertad. Los artículos 6º y 7º de la Constitución están muy bien, y el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos también. Pero ya está ¡buen escaparate!

Hoy se aplica la censura con la tiránica corrección política que se dedica a acallar la libertad de expresión y a silenciar al discrepante de la mayoría. Si eres diferente, se te acalla con los medios sibilinos que tiene el poder: la mentira, las redes y la desactivación social ¡casi ná! Resultado: muerte civil. Con la corrección política se destruye la presunción de inocencia: si no eres de los nuestros, eres culpable. Adiós. Te dejarán la libertad de vagabundear por los espacios infinitos de la miseria.

Por eso es tan importante la mamandurria (esa especie de paga que mantiene amarrado al grueso de la manada). De hecho, la democracia está infectada de corrección política, de conveniencia comprada y de poder corrupto. Desde el momento que se vulnera la libertad de expresión, con la gran paradoja de permitirla con las cosas insustanciales, la verdadera democracia queda manipulada por quienes sólo consienten divergencias irrelevantes: siempre tendrás la libertad de hablar del tiempo, el futbol y la banca de Taiwán, tan importante en la devaluación de la moneda de tu pueblo. Como bien cuestionaba Quevedo: ‘¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?’.

La corrección política debería corresponderse con la corrección ética. El mundo sería más honrado y, desde luego, más libre. Hay como una fuerza gaseosa e indefinida que parece controlarlo todo. La propia sociedad civil vigila lo que ideológicamente conviene. Menos mal que no se oyen los pensamientos; si tuviéramos que expresarlos supondría un riesgo considerable, en algunas ámbitos en particular; y cada cual piense el que quiera, sea a nivel político, como religioso o geográfico. Tiéntese la ropa quien asome la oreja fuera de la ortodoxia pertinente. Será señalado, por supuesto victimizado. Miedo da este señalamiento civil al que nos vemos sometidos por el hecho mismo de la discrepancia ¡Hasta el corrector del Wasap te persigue! ¿Hay algo que no esté tocado por la corrección política? Empezando por el lenguaje absurdo y liberticida al servicio de intereses ideológicos e histéricos que ha puesto a los albañiles al borde del precipicio del andamio. Es el wokismo en su máxima expresión, que pasa por la ingeniería semántica a favor del sectarismo deseado. El lenguaje como arma controladora de la sociedad, que diría George Orwell.

La Stasi al servicio de la corrección política que, por supuesto, quién lo duda, trabaja como asistente del progresismo y la tolerancia que, de ninguna manera, soporta que se piense de otro modo. Este es el totalitarismo del pensamiento único, de la cultura de la cancelación que maneja la libertad de expresión, el comportamiento y, si te descuidas, las creencias más íntimas de tu corazón ¡pobre discrepante! Hay políticos dispuestos a ser guías del universo, como si estuvieran iluminados por ciencia infusa, con cuya cosmovisión plantean el resurgir del hombre nuevo. Verdaderos mesías de redención laica con cuya locura precipitan al rebaño incauto que les sigue hasta la perdición: ‘guías ciegos que guían a otros ciegos’ (Mt 15,14). No son palabras apocalípticas las que pronuncio, sino reflejo de lo que estamos viviendo de una manera incomprensible y absurda ¿Es posible que haya gente así?

Vengan, vean y comprueben hasta qué punto es cierto cuanto ocurre a nuestro alrededor. Lejos de ser palabras imaginarias, son hechos constatables y contrastables en los acontecimientos políticos de la actualidad. La hemeroteca (excepto la amarilla) es testigo fiel de cuanto digo. No pretendo una queja ñoña; deseo romper el corifeo de lo políticamente correcto que, a base de intimidaciones ambientales e indirectas, dan pábulo a quienes nos manipulan y coartan la verdadera libertad que tanto ha costado conseguir a la civilización occidental, cada vez más atrapada en la idiotez cultural global e indefinida en criterios vaporosos y emocionales, sin calado ni resistencia racional.

Ahora, individualmente, hay que pensar con cuidado, si no quieres ser objeto de censura, difamación y escrache. Las verdades absolutas se basan en postulados ideológicos, falacias, sofismas y ocurrencias acientíficas… ¿Quién nos podrá salvar? Acaso la libertad de pensamiento se mantenga firme ante esta avalancha de corrección totalitaria que confunde la verdad con el poder. Seguiré pensando por mí mismo.

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