Grandes y chicos, jóvenes y viejos, ricos y pobres, señoritos que fueron y advenedizos que quieren serlo, augustos de la Iglesia y párrocos de barriadas, hermanos mayores y acólitos contratados… Todos saben de su existencia y de todos puede hablar con conocimiento de causa. Conoce el Jerez de ayer y el de hoy; incluso, podría dar nociones, más o menos, precisas de un Jerez de futuro inmediato. Lo respetan, lo quieren, lo temen; algún imbécil hasta puede odiarlo. Sabe de los entresijos de palacios y de palacetes, de dúplex caros y de viviendas baratas. Ha entrado en salones brillantes y en salitas humildes. Ha mirado más que leído.

Aunque a casi todos les ha tomado el pelo, ha sido tan inteligente que, a muchos, también, ha sabido sacarles los colores. Es hombre de sabias entendederas, de saber escuchar para poder administrar una consciente respuesta. Les explica, con convincentes planteamientos, a los que, por pocos años, no se han enterado, que Jerez es mucho y muy poco, sabio y ágrafo, listo y de estultos alcances, pero también, ciudad de posibles, de infinitas formulaciones y de, si se quisiera y se pusiera empeño, población de grandes perspectivas.

Jamás ha renunciado a ser lo que siempre fue. Ha creído en su pueblo, en su gente, en sus infinitas posibilidades. Por ellas ha peleado y hasta ha hipotecado su sabio razonamiento. Fue maestro, con razón, en un pueblo donde lo de maestro ha tenido tontas y absurdas connotaciones. Ha escrito, con fundamento, de todo lo que él sabía y conocía. Posee una bibliografía jerezana abundante a la que acudir sabiendo que en ella se encuentran muchos de los exactos registros de una ciudad con más expectativas que buenos resultados. Todo lo hace por los que menos tienen, por los que necesitan de pan y de palabra. Es más cirineo que Marquillo; siempre de nazareno sin alharacas; más hermano que cofrade.

Ha sido de todo, pero sólo tiene un galardón inequívoco: ser hombre de bien. El otro día presentó un libro, uno más. Su venta irá destinada, como siempre, a bienes sociales. Nadie lo pone en duda, es Pepe Castaño, hermano de Jesús, mi hermano.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios