Análisis

ANTONIO GARCÍA

De las miembras a las costaleras

Que las cofradías han sido siempre cosas de hombres no resiste el menor rasero histórico. No solo por el hecho de que en la mayoría de las cofradías, hombres y mujeres gozaran históricamente de las mismas prerrogativas, -excepción hecha de la penitencia pública -, sino porque de entenderse por hombría lo que nos dice el diccionario, muchos machos destacados de hermandades lo han sido, no por las buenas cualidades de la entereza o el valor, sino por las no menos desechables de la rosa de pitiminí y del encaje de Bruselas.

Y en esto llegó la miembra Bibiana Aído y toda la ideología de género que impregna actualmente la sociedad española, de tal modo que, quien disienta es tildado de fascista y merecedor del exterminio intelectual. Si durante el siglo XIX Carlos Marx creyó descubrir que la historia de la humanidad era una 'lucha de clases', las feministas extremas creen haberlo descubierto en la 'lucha de géneros', eso sí confundiendo género por sexo, al igual que se confunden los que piensan que las cofradías son sólo cosa de hombres. En la familia, el hombre es el burgués y la mujer el proletariado, escribía en 1884 Friedrich Engels, en 'El origen del Estado, la familia y la propiedad privada'.

El término 'ideología de género' o 'feminismo de género' fue acuñado por Christina Hoff Sommers en su libro 'Who Stole Feminism?' '¿Quién robó el Feminismo?', a finales de los años 60, en su etapa de feminista radical, que después abandonó, para defender un feminismo moderado y racional. Según los principios de esa ideología: la sexualidad no es algo que nos venga dado por la naturaleza, sino por la cultura; los varones han dividido a la Humanidad arbitrariamente en femenino y masculino, siendo la feminidad un invento del varón para tener a la mujer como esclava; el matrimonio es una institución creada por los hombres con el fin de someter a la mujer mediante el embarazo y los hijos y, por último, para conseguir una sociedad justa hay que suprimir las dos clases sociales en pugna, que no son proletarios y burgueses como dijo Carlos Marx, sino el hombre y la mujer, así que es necesario olvidar la palabra 'sexo' y sustituirla por 'género'.

Esta 'igualá' de género nos llevó recientemente a la 'igualá' de costaleros, o de costaleras, o de costaleres. Durante la cuaresma se celebran cientos de ceremonias pseuopiadosas en las que el líder -de modo público y cuartelero- manosea las nucas de los celestes atlantes. Allí quedará determinado quién sí y quién no. Cientos de ellos quedan en el camino, en especial, en aquellas cofradías donde son muchos los llamados y pocos los elegidos. Ninguna explicación da el capataz a los machos bravíos descartados, ya que en el fondo, cuando la oferta supera a la demanda es de suponer que se eligen los mejores a juicio de quien elige.

Pero si la descartada es una mujer no cabe otra explicación que la lucha de géneros y su exclusión por la opresión que el hombre ejerce contra la mujer por el mero hecho de serlo, sin parar a pesar que sencillamente habría otrus costalerus mejores. Cuando equiparamos nociones que pertenecen a categorías diferentes incurrimos en lo que la filosofía conoce como error categorial.

Resulta útil y necesario, leer y meditar el documento publicado el 31 de julio de 2004 por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, titulado Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el Mundo, que permite entender a la luz de la fe esta nueva fase de subversión.

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