Manuel Campo Vidal

El mundo se pone aún más difícil y peligroso

2024 será decisivo por la acumulación de elecciones y cúmulo de crisis

24 de octubre 2023 - 00:00

Los catastrofistas que escriben y opinan de España alertando de desgracias varias si no logra gobernar la derecha, pasan a la irrelevancia ante los desafíos inesperados que azotan al mundo. No teníamos bastante con la cruel guerra entre Ucrania y Rusia, cuando se incendió en horas Oriente Medio con alto riesgo de un conflicto regional. Y peor aún, con el temor de que en cualquier país de Occidente se activen células islámicas durmientes, o lobos solitarios, como el que disparó hace unos días en Bruselas contra turistas suecos. El riesgo es descomunal. La vulnerabilidad máxima. La vigilancia policial muy intensa.

Pero no solo es eso. Los titulares que llegan de América insisten en que Argentina está al borde del abismo. Argentina, el gran país, que fue El Dorado para emigrantes de toda Europa y América, italianos y españoles de Galicia preferentemente. Un diplomático que estuvo varios años en la embajada en Madrid, nos escribe: “Somos un país que va en contra de todo lo sensato (…) Estamos en la plenitud de nuestra decadencia final. (…) Todos los países están en crisis. La diferencia es que España es un país serio y nosotros, impresentables. Con Milei, que es un cruce de Trump, Bolsonaro y Vox, en cabeza”.

Lo del candidato ultraderechista Milei, estremece. Su discurso que propugna la dolarización y el desmantelamiento del Estado, entusiasma sobre todo a los jóvenes. Pasó a la segunda vuelta. En la misma región, Ecuador, país muy penetrado por el narcotráfico, acaba de darse una oportunidad de año y medio con un presidente de 35 años, Daniel Noboa, hijo del hombre más rico del país. Colombia parece sonada después de los últimos escándalos. En Venezuela algo se mueve, pero solo pasos insignificantes. Nicaragua es una finca de la familia Ortega-Murillo, ex guerrilleros dictadores. México cada día más peligroso. Medio millón de centroamericanos peregrinan en familia dolorosamente, viajando rumbo al norte, Estados Unidos, con escasas posibilidades de entrar. Tienen prisa porque el hambre aprieta y porque en un año puede volver Donald Trump a la Casa Blanca. Definitivamente, 2024 será decisivo por la acumulación de elecciones –también Panamá, República Dominicana, de nuevo Ecuador y otros– y el cúmulo de crisis, las que ya nos azotan y las venideras.

Y alto riesgo de elecciones de nuevo en España en enero. No pudo lograr la investidura el candidato conservador Núñez Feijóo y anda en el alambre Pedro Sánchez con idea de protagonizar un triple salto mortal para mantenerse en el poder. Cada vez más difícil.

Nadie ayuda. La derecha, todavía indignada porque no pudo gobernar. Los populistas de Podemos, cada vez más irrelevantes, pero aún con poder para cerrar el paso a Sánchez si no accede a su exigencia de dos ministerios, uno de ellos para Irene Montero. Y los independentistas catalanes rivalizando entre sí y, a la vez, desafiando al presidente. Olvidan que vienen de un retroceso electoral muy notable.

Menos mal que algo se va consiguiendo, más allá de digerir la llegada en patera de cientos de inmigrantes diariamente y de combatir la inflación. La Presidencia española de la Unión en este semestre la podrían salvar aportaciones como la que acaba de hacer la vicepresidenta Teresa Ribera al lograr que los veintisiete países pacten la reforma del sistema eléctrico. Lo tenía muy difícil por el enfrentamiento entre Francia y Alemania, con vetos cruzados, pero lo logró. Ese acuerdo refuerza la garantía de suministro. Que esto no sea un oasis en un desierto de alianzas y en un mundo en llamas.

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