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Desde la espadaña
El postureo no respeta ni lo sagrado. Conozco a algún clérigo que tiene un tono de voz en la sacristía y otro en el altar, más engolado y solemne, como si se le desprendiese el alma hacia arriba. Postureo, vaya. Este neologismo se refiere a la actitud de adoptar más apariencia que convicción. Eso se nota a la legua, se ve en la impostación, en ese modo de ser artificioso y presumido que tanto se da en la sociedad como en la política. En redes sociales, ni te digo. Hay un sinfín de gente mostrando, sin pudor, sus vergüenzas. De este modo el mamarracho y el cretino cotizan mejor en bolsa.
Está ocurriendo que lo disimulado es más apreciado en las redes que la categoría verdadera, siempre tan costosa y delicada. El mercado oriental se está haciendo con el comercio generalista. Cualquier aplicación china, por ejemplo, oferta más cosas a precios ridículos que las marcas de prestancia reconocida. Y ahí entramos todos, postureando con productos de pura apariencia a precio de ganga. Podría pasar si fuera sólo con objetos; lo peor está en que, esto mismo, ocurre con las personas, que las hay a precio de saldo. Ser presumido es una cosa y presuntuoso otra.
Cuando era joven (in illo tempore) había que presumir y posturear en el ligue si querías comerte un rosco; hoy el tema se ha convertido en presunción y engreimiento. Parece que se hubiera de impostar la verdad y sea la mentira quien desarrolle el tema. Porque hay gente que se las da de catedrática sin serlo, o de doctores sin doctorado ¡Cuidado con ellas! Venden la dignidad a conveniencia sin que les duelan prendas. Importa la apariencia, más la forma que el fondo. Un viejo problema filosófico que nunca se terminó de resolver: ser y estar, fondo y forma, verdad y mentira, y así con todas las derivadas que resultan.
Tornando al postureo, qué decir, sino que éste se está volviendo ético en todos los campos de la vida: victimismo, hipersensibilidad, difamación e indignación como actitudes que conlleva este fenómeno. Una especie de sustitutivo barato para calmar la conciencia. Hasta ese punto llega el postureo: exhibir compromiso social y no mover un dedo. Cuando te asomas a las redes sociales, el personaje es bueno porque la apariencia y la realidad se diluyen constantemente.
Lo mismo que ocurre con la cosmética; otro tanto ocurre con la ética: mentira y apariencia a raudales. Ni somos tan guapos, ni tan listos, ni tan comprometidos. La mitad de la mitad. Vivimos atrincherados detrás de la pantalla y, a lo sumo, con un par de tuits en apoyo a una causa viral. Postureo. Así construimos una identidad que no existe en la vida real. Importa más lo que se dice que lo que se es, como si el opinódromo en red fuera la causa última de mi ser ético. Ahí estamos, visibles, pero perfectamente inútiles. Basta simplemente con parecerlo. Perfecto autoengaño ¿espejito mágico? ¿Acaso no está ocurriendo con las posturas políticas en las sensibilidades éticas que se han convertido en actitudes de lo políticamente correcto? ¿No será todo un postureo, una performance de ética impostada? Me da que sí. Puro avatar desde el sofá de casa: postureo ético de gilipollez suma.
Eso es todo, espectáculo y superficialidad en una sociedad de actores cuya teatralidad lo vuelve todo inmundicia. No anda lejos el postureo del fingimiento que, a fuer de disimulo y falsedad, acaso hipocresía, que es peor, llega a crear una imagen distinta de lo que se es con el único fin de manipular y extorsionar. Porque eso el postureo: usurpación de la verdad. Está claro que no les profeso devoción a quienes así actúan, que son como vejigas infladas y globos de helio, siempre alzados como jirafas, y no son sino aire que, si los pinchas, hacen ¡pofff! y llevan nada y vacío.
Los programas de selfies que muestran el perfil bueno, retocan y mejoran el cuerpo, son más falsos que el almajudas. Otro tanto digo de quien posturea con la ética en las redes o en el rellano de la escalera, me da igual que sea en el parlamento que en la curia, para el caso es lo mismo, falsedad y engreimiento, impostura y engañifla. Creo que hay que ser activistas en este sentido: desplumar a los pavos reales, desenmascarar a esta gente y dejarlos en pelota picada ante la sociedad que les aplaude ¿Os imagináis? ¡Qué estético sería romper esta estética, quitarles el vestido, y dejarles con lo que se es! Aunque, pensándolo bien, todos quedaríamos impúribus, en estado natural, que, siendo sinceros, a nadie convendría.
El mundo de las apariencias es amplio. De algún modo, reconozcámoslo, todos llevamos alguna. Se admite pulpo como animal de compañía; pero el postureo chulesco, el engolamiento afectado, la soberbia sobrevenida y la tontería esdrújula no lo aguanta ni quien los parió. Yo desde luego que no. La gente que va de guay en las reuniones, quienes interrumpen con sabiduría pellejera o quienes se pasean por las salas de lo social con el único fin de mostrarse, a esos, ni agua.
A quienes buscan el aplauso fácil, les daba azote (figuradamente) y a quienes se suben en lo ‘socialmente cool’ estropajo y fregona (sin metáfora) para quitarles la tontería y la pose. Vivimos en un mundo de cara a la galería, como si eso lo fuera todo ¿Qué hay de lo profundo y verdadero?, ¿qué de la infraestructura real de lo que somos? Pareciera que el mundo es puro artificio y sólo contase el alardeo. Ea, vayamos todos a pilates, coloquemos flores frescas en la terraza, filtro a la cámara, espera…un filtro más y todo muy fashion. Al postureo.
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