El parqué
Continúan los máximos
Esta semana es de absoluto reposo del guerrero jerezano, después del sábado pasado, con la marabunta humana, visitante sobre todo, invadiendo la ciudad y convirtiéndola en una descomunal concentración a la búsqueda de zambombas y bares donde alcanzar una barra.
Se puede entrar a los bares de siempre a tomarte las copas de siempre, en tu sitio de siempre y con la gente de todos los días. Parece mentira que no se escuche lo del Tin tin… o la calle de San Francisco. Frases que hasta nos resultan perniciosas para la salud. Estos días de tregua permiten retomar el pausado tiempo en el que solemos vivir; ese que es agradable, sereno -como la calle de San Francisco de las narices-, pausado y con los elementos habituales de nuestra feliz vida sin zambombas. Qué alegría da ir a La Moderna y poder hablar con Atilano sin que haya seis filas delante de ti pidiendo una tapa de ‘carrillada’ -sí, carrilada; no carrillá- y una copa de ‘vino dulce’.
Qué tranquilidad proporciona la hora del mediodía en el Central de Copas -nuestro querido Barragán de toda la vida- tomándote una copa de amontillado con los de siempre, el Gamero, siempre usted, don Manuel, Juan Ángel, los Javieres, Juan Barragán-, Willi, Balcell… todos, sin que Antonio y Sonia estén al borde del colapso porque están pidiendo, al mismo tiempo, ciento un montaditos de carme ‘mechada’. Qué paz da saber que Sergio y Luis te hacen la vida agradable como siempre en el Almacén de la calle La Torre.
Qué extraordinaria sensación saber que en la Esquinita están los que deben estar y no un tapón impenetrable. Qué maravilla poder encontrarse con la sabia profesionalidad de Ezequiel en el Tabanco Plateros. O, qué bien cuando puedes entrar a Los Dos Deditos teniendo la sempiterna gentileza de Ana y la rotundidad de Marco aunque el Frente Atlético espere lo que siempre espera y un equipo que recordar no quiero se haga grande por culpa de una sinrazón. Son días de íntimo regocijo espiritual sabiendo lo que viene el sábado.
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