El parqué
Continúan los máximos
La Hermandad de la Sagrada Resurrección ha decidido cambiar la actual imagen del Señor Resucitado por una reproducción de una obra inconclusa de Luis Ortega Bru. Y yo, personalmente, tengo sentimientos encontrados.
Primero, hablemos claro: la talla de Luis González Rey que tenemos desde 1987 ha acompañado la devoción jerezana durante décadas. Sustituirla no es solo un cambio estético, es borrar parte de nuestra memoria colectiva. Me cuesta entender que se haga en nombre de una “identidad iconográfica” más fuerte, como si el pasado no contara.
Ahora bien, la idea de rescatar un proyecto de Ortega Bru, un maestro indiscutible, también tiene su atractivo. Esa obra nunca se terminó y devolverla a Jerez puede verse como justicia patrimonial, un intento de recuperar la iconografía para la que fue concebida. Pero ojo: hablamos de reproducir, no de ver la obra original. Reproducir no es lo mismo que crear. Puede quedar sublime… o convertirse en una copia fría, decorativa, sin alma.
Así que aquí estamos, entre la fidelidad histórica y la ambición artística, entre el respeto por lo vivido y la tentación de lo extraordinario. Y en este punto, como jerezana, me cuestiono si reemplazar lo que ya forma parte de nuestra historia no es, a la larga, una decisión demasiado atrevida.
El arte, la devoción y la memoria de la ciudad se entrelazan en esta decisión. Y yo, como siempre, sigo observando, crítica y escéptica, preguntándome si lo que se avecina será un acierto o un error monumental.
También te puede interesar
Lo último