El parqué
Subidas generalizadas
Si un japonés desembarcara estos días en España sin información previa, podría pensar que el PSOE es una secta cuyo fin es favorecer el acoso a mujeres militantes. Y tras escuchar las tibias excusas de los dirigentes –“es un problema estructural del país”– comenzaría a hacer preguntas incómodas como: ¿eso no pasa en otros partidos? ¿Por qué no se actúa con contundencia, además de decir que “se va a responder con contundencia”? ¿Por qué se dejó dormir cinco meses el expediente contra Salazar tras cesarlo en sus responsabilidades en el Gobierno y, presumiblemente, en el partido? ¿Por qué no se explica cuánto hay de cierto en cada denuncia –si se sabe– y cuánto de batalla de poder en la forma y la oportunidad de sacar este caso, sin que eso suponga desconsiderar la posible gravedad de las denuncias? ¿Esas denuncias son recientes, o de hace varios años?
Nadie –o pocos– tienen respuestas convincentes, salvo en la primera duda: sí, desgraciadamente pasa eso en otros partidos pero nunca debe utilizarse como argumento para diluir la gravedad de lo denunciado. Están enumerados los casos de dirigentes acusados de malas prácticas inadmisibles tanto en el PP como en Vox y otras formaciones. Más a la izquierda está Íñigo Errejón, procesado por supuesto abuso a una actriz en una fiesta. No es un caso único.
Mirando atrás, están los documentales sobre el caso Nevenka Fernández, concejal acosada al límite por el alcalde popular de Ponferrada, donde se muestran imágenes bochornosas de manifestaciones populares en apoyo del acosador y una actuación muy agresiva del fiscal contra la denunciante, que debería incluirse como visionado obligatorio a estudiantes de Derecho. (Como sería de gran utilidad formativa obligar a leer la reciente sentencia del Supremo contra el ex fiscal general, además de los votos particulares de dos magistradas que no ven por ningún lado la prueba del delito).
La situación es muy difícil, especialmente para el PSOE. Cuando se especula si Sánchez terminará la legislatura, se hace una relación de escándalos y decepciones y surgen dudas razonables: Ábalos, Cerdán, Koldo, un ex presidente de la SEPI, más las investigaciones de la UCO en Correos y un par de ministerios. Ése es un frente judicial. A la familia de Sánchez –esposa y hermano– es otro, de escaso recorrido procesal el primero, según expertos, pero ahí está el desgaste. Y cuando todo eso parecía encajarse para no dimitir, llega el fiasco del acoso sexual a mujeres militantes, manejado con la torpeza de los retrasos y la inacción interna en el partido.
Con ese cuadro escénico la gran pregunta de cualquier español medianamente informado es: ¿Qué sostiene a Sánchez? La respuesta tiene tres soportes: la situación económica es enormemente mejor (pese a la desigualdad) que la política, profundamente deteriorada. La segunda, que ninguno de los socios de Gobierno quiere elecciones ya porque es poner fin a su recorrido; y en el caso de catalanes y vascos, el fin de las contraprestaciones. Y la tercera, la más enigmática, según personas aún fieles y cercanas a Sánchez, “el presidente es consciente ya de quién le está moviendo la silla internamente alentando la crisis actual”. Atentos, pues: veremos cosas fantásticas próximamente. Entretanto, el semanario L’Espresso ha nombrado a Sánchez “hombre del año” por su liderazgo al plantarse ante Trump.
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