El parqué
Continúan los máximos
Durante años nos hemos llenado la boca diciendo que la Feria de Jerez es distinta. Que aquí todas las casetas son públicas, que no hay cordones invisibles que separen a unos de otros, que la alegría no necesita carné de socio ni padrino. Pero esa afirmación, que fue verdad durante mucho tiempo, empieza a parecerse a una mentira bien decorada con farolillos.
Porque desde hace un tiempo, y cada año con más descaro, la Feria se nos está llenando de casetas que, aunque en teoría son de libre acceso, en la práctica funcionan como clubes privados. Una sonrisa torcida del portero, un “aquí hace falta chaqueta”, un “esto hoy es más bien una comida privada”… y se acabó la fantasía de la feria abierta.
Y no es anecdótico. No es una caseta aislada. Es una tendencia. Un movimiento. Un desliz hacia la “sevillinización” de la Feria de Jerez. Ese modelo de exclusividad, de acceso restringido, de “esto es para los nuestros” que tanto nos gustaba criticar… y que ahora empieza a colarse en nuestra propia casa.
Lo más grave no es solo la hipocresía del discurso oficial. Lo más grave es la pasividad institucional. Mucha ordenanza, mucho protocolo, muchas normas sobre horarios y ruido, pero ni una sola línea sobre cómo se está deteriorando el verdadero espíritu de esta fiesta. Porque lo que estamos perdiendo no es solo accesibilidad física, es una forma de entender lo colectivo, lo popular, lo nuestro.
La chaqueta es solo el síntoma. El verdadero problema es la lógica excluyente que se impone bajo apariencias amables. Hoy es la chaqueta. Mañana será la cara que no suena, la copa que no es invitada, el acento que no encaja.
Y mientras tanto, nos vamos acostumbrando. A que no te dejen entrar “porque es almuerzo privado”. A que haya casetas con código estético y social. A que lo “libre” se vuelva relativo. Y así, poco a poco, la feria de todos se convierte en la feria de unos pocos.
Si no actuamos, si no denunciamos esta deriva, acabaremos celebrando una feria de escaparate, una feria de pose, donde la inclusión se reduce a una palabra bonita en una nota de prensa. Y eso sí que sería una pérdida irreparable: dejar que nos arrebaten, sin hacer ruido, la esencia misma de Jerez.
Porque la verdadera pregunta ya no es si hace falta chaqueta para entrar. La verdadera pregunta es: ¿a quién le estamos dejando la llave de nuestra fiesta?
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