Cristiano Ronaldo (CR7) fue, sin duda, uno de los mejores futbolistas de la historia. Su trayectoria, sus premios y sus resultados le avalan. Pero en 2022 -ya con 37 años- se peleó con el Manchester y con su selección, Portugal. Ningún club de élite lo quiere ya, y está acabando su carrera futbolística en ese cementerio de elefantes que es la liga saudita. CR7 no supo ver que su mejor tiempo había pasado. Eso es el Síndrome Cristiano.

Un síndrome que se da mucho en nuestra política. Ahí tenemos a Ramón Tamames, catedrático y político, que ha puesto un broche de barro a su carrera al participar en la bufonesca moción de censura de VOX. ¡Quién lo hubiera dicho hace pocos años!

También el Síndrome CR7 se da en ámbitos colectivos como, qué pena, Podemos. A Podemos hay que reconocerle el mérito de haber estado en el momento y lugar oportuno para ofrecer una plataforma política al movimiento del 15-M. Su irrupción supuso un revulsivo en la política nacional rompiendo el bipartidismo. Pero los tiempos - que en política van muy deprisa - han cambiado. Sus incoherencias, hiperliderazgos, purgas y escisiones le han llevado a una posición poco relevante. Ahí están sus últimos resultados electorales. Ahora se ha convertido en un obstáculo para la esperanza de la izquierda, que no es otra que la unidad articulada circunstancialmente en torno a Yolanda Díaz. En lugar de prestarse a sumar generosamente, quieren ser una especie de primus inter pares por encima de todos los demás. Y, de cara a las municipales, en Jerez, en El Puerto, en casi todas partes, piden lo imposible para integrarse.

Podemos puede aún aportar mucho, pero si va con y como todos. O acabará jugando en la liga saudita de la política, eso sí, haciendo daño a la izquierda. Es el Síndrome Cristiano (Ronaldo).

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