Sueños dolorosos

22 de mayo 2025 - 03:06

Tiene que ser difícil dormir en unas condiciones en las que el cuerpo no entiende de posturas raras o de dolores en la espalda o en el cuello. Porque la mayoría hemos tenido ocasión de tener que descansar en lugares poco apropiados. Por necesidad o por gusto. En tiempos de ferias y de romerías, poniendo el cuerpo a prueba de resacas, lo del colchón inflable o el camastro en algún rincón puede significar el mejor ejemplo de la veleidad de los humanos a la hora de buscar descanso.

Los que hemos tenido que estirarnos en un asiento de coche recordamos las contracturas cervicales que supone o lo que es echar una cabezada en un sillón de sala hospital desvencijado más de una noche supone para la claridad mental al día siguiente, o los que hemos visto las consecuencias para la espalda tras unas horas en una camilla de las de ambulancias de las del siglo XX, en el plástico sobre la hierba un campamento de juventud o en una esquina reblandecida con cartones gruesos y trozos de mantas reviradas, podemos entender con mejor criterio lo que pueden estar pasando los cientos de transeúntes que esto días intentan dormir sobre el suelo de mármoles duros y brillantes de la terminal del aeropuerto de Madrid, lo que estarán sintiendo los miles de vendedores ambulantes que, estos días malviven por las ferias de Andalucía limpiando tallos de claveles y que las pocas horas de descanso las tienen entre polvo en los zapatos.

Por no imaginar los minutos de zozobra y de ojos cansados que han visto las pateras que atraviesan el Estrecho o los problemas para poder descansar de los miles de refugiados y afectados por las guerras que hoy nos avergüenzan.

Un mundo, el del descanso necesario, que no está permitido en muchos lugares. Una realidad, la de la injusticia anacrónica que hoy tenemos, que, por lo menos, quita el sueño. Por no decir que nos quita la dignidad y las ganas de creer en esta civilización.

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