Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

¿Nos tocará pagar por las pérdidas del BCE?

El BCE, como otros muchos bancos centrales, está sufriendo pérdidas, y las seguirán sufriendo en los próximos años. El cambio radical en la política monetaria, con el importante ascenso de los tipos de interés oficiales -entre ellos, la tasa de depósito-, y el bajo rendimiento de la monumental cartera de bonos comprada tras la crisis financiera y, más recientemente, durante la pandemia de Covid-19, explican esta circunstancia. ¿Llegarán los gobiernos europeos a tener que transferir dinero al BCE para capitalizarlo?, ¿no hay otra forma de hacer las cosas?

Como cualquier empresa, el BCE tiene ingresos y gastos. Entre 2012 y 2021, el eurosistema obtuvo beneficios, unos 300.000 millones de euros. Los gastos eran bajos o negativos porque la tasa de depósito -lo que paga el BCE a los bancos por mantener sus reservas depositadas en su entidad- ha estado en esta etapa muy baja e incluso negativa. Por la parte de los ingresos, los rendimientos de los bonos que posee y de los préstamos concedidos a los bancos comerciales eran también bajos, pero el resultado final se saldaba con beneficios.

Pero, ahora, con el cambio de política monetaria, los gastos se han incrementado enormemente -la tasa de depósito se encuentra en el 2,5%- y se aplica al montante de reservas, que ascendían a 4,4 billones de euros a finales de 2022. Concretamente, en 2023, el eurosistema va a transferir a los bancos unos 92.000 millones de euros, o más, ya que hay anunciadas nuevas subidas de tipos de interés. La exigua rentabilidad que genera la cartera de bonos y préstamos concedidos no es suficiente: aparecen las pérdidas.

De momento, se cubrirán con las provisiones que dotó el BCE con parte de los beneficios obtenidos en los años de ganancias. La otra parte de los beneficios la repartió entre su accionariado -los bancos centrales nacionales de la zona euro- que, a su vez, los transfirieron a sus gobiernos respectivos, contribuyendo a sus presupuestos. Por ejemplo, el Banco de España dejará de transferir al Tesoro unos 1.800 millones de euros este año.

A diferencia de las empresas, los bancos centrales pueden perder dinero y seguir funcionando de forma eficaz. Si no fuera suficiente con esas provisiones, el BCE podría anotar las pérdidas en el balance y dejarlas pendientes para compensar para cuando vuelvan los beneficios. Con todo, el principio de independencia financiera implica que los bancos centrales deben estar suficientemente capitalizados. Si se prolonga y agudiza esta situación, ¿tendrán los gobiernos que aportar dinero al BCE? El gobernador de los Países Bajos ya ha advertido de esta posibilidad a su ministro de Economía. Esto conllevaría recortar gastos o aumentar impuestos si los gobiernos no quieren ver el déficit público aumentado.

El BCE -es el que tiene los datos- debería realizar estudios -valientes e independientes intelectualmente- que analicen en profundidad las herramientas utilizadas y la intensa interrelación entre el banco central y los bancos comerciales, y que determinen en qué medida suponen subsidios pagados por el banco central a este sector a costa del contribuyente. Y que valoren posibles alternativas, sobre todo, a la luz de las stable coins y el euro digital. Hablaremos de ellas.

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