La Zambomba de Jerez no se rompe: se transforma (aunque a algunos les moleste)

30 de noviembre 2025 - 03:09

Cada diciembre, a ‘Jerez de Caín de nojotro’ vuelve el mismo estribillo: que si ya no es como antes, que si esto se ha perdido, que si todo es negocio. Curiosa letanía de todos de espíritu, la de los que anuncian la muerte de la zambomba… justo mientras la ciudad entera canta a una misma voz.

La zambomba nació sin escenario, sin focos y sin subvenciones. Nació en las casas de vecinos, en las cocinas donde se cantaba para vivir mejor, no para grabar vídeos. Pero también nació para crecer. Y ha crecido. Como crecen todas las tradiciones de verdad: cambiando de forma sin perder el pulso.

Ahora hay teatros, programaciones, producciones, contratos, técnicos, giras, aviones y cachés. Y sí, hay dinero. Bendito dinero cuando sirve para que los artistas coman, paguen alquileres y sigan creando. Porque romantizar la miseria nunca fue defensa de la tradición: fue falsa modestia y comodidad ajena.

Los puristas de sofá, los guardianes del ‘antes’, los que se creen cátedras infundadas estafadores culturales, suelen olvidar que también hubo quejas cuando la zambomba salió por primera vez del patio a la calle Mercé o de la ‘Empedrá’. Toda tradición que avanza incomoda a quien se quedó quieto. Es la ley vieja del tiempo.

Dicen que el escenario mata la espontaneidad. Mentira. Lo que mata es el desprecio al presente. Lo que mata es querer una tradición solo cuando es gratis, silenciosa y dócil. La zambomba no nació para ser dócil: nació para sonar.

Hoy se canta en barrios y en auditorios, en peñas y en festivales internacionales. Y sigue sonando a pueblo. Porque la autenticidad no depende del tamaño del escenario, sino de la verdad de quien canta. Además inclusiva por si jode el concepto.

La zambomba no se ha vendido. La zambomba ha sobrevivido.

Y eso, aunque a algunos les moleste, es una magnífica noticia y vaya usté condió.

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