
La ciudad y los días
Carlos Colón
Los dos Calvo Soltelo
Jerez íntimo
Una jubilosa celebración familiar directa (el bautismo como sacramento -¡gracias por tus palabras, Luis López-Cuervo Rosal!- siempre será encuentro gozoso: ¿verdad que sí, Ángel Hortas, Rodrigo Franco, Marcos Trujillo, Ángel Revaliente?) me impide asistir este pasado sábado -coincidencia de día y hora- al señalado acto del Centro del Centro de Estudios Históricos Jerezanos -enhorabuena por su insignia de oro a Francisco Fernández García-Figueras y Juan Luis Sánchez Villanueva y a las nuevas incorporaciones: Francisco José Morales Bernal, Francisco Antonio García Márquez y Manuel Castellano Román-, entidad por la que profeso marcada adhesión -y no exclusivamente en atención a mi pertenencia a la misma como miembro de número- por cuanta encomiable labor viene desarrollando desde mediados/finales de la década de los años 30 del pasado siglo. Jerez debe considerar de por vida a sus impulsores: Tomás García Figueras, el padre Zacarías Novoa, los profesores Hipólito Sancho de Sopranis y Manuel Esteve Guerrero, los escritores Pedro Pérez Clotet e Isabel García Pérez, el archivero municipal Adolfo Rodríguez del Rivero, el compositor Germán Álvarez Beigbeder… Además a quienes ejercieron de socios protectores: Manuel María González Gordon, Pedro Lassaleta Crussoe, Pedro González Gordon, Victoriano Romero Palomo o, entre otros, Ricardo Ivison de Arcos. Sabemos que las procelosas postrimerías de la referida década dificultó la legalización/normalización de esta institución que comenzó denominándose Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos.
Situémonos en 1940. Fecha de fecunda producción, en cuanto a publicaciones se trata, para el CEHJ. Centrémonos en tres. La sociedad echaba en falta una entidad dedicada e a estudiar en exclusividad la Historia local. Entonces había quien señalaba que, desde la muerte de Martín Ferrador, los trabajos realizados por eruditos en la materia serían contados. Esta necesidad fue cubierta por la Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos -ya oficialmente constituida en 1939, mes de julio-. Los intelectuales jerezanos reciben meses después la primera de las publicaciones, que oficialmente se da a conocer del 2 al 6 de enero de 1940. En la promoción boca-oreja, en la expansión de mano en mano, se conocen sus páginas como el cronicón de Juan Daza. El título de la obra respondía a “Extracto de las ocurrencias de la peste que afligió a esta ciudad en el año de 1518 hasta el de 1523’. Su transcripción se debe a Hipólito Sancho de Sopranis, quien constató una introducción exhaustiva -observaciones que ayudan discretamente al no iniciado al desplegar antecedentes sobre el carácter y medio ambiente de la época “a la que se refiere la obra”-.
En abril del mismo año 1940 sale a la luz una segunda publicación, resultante asimismo de la estilográfica del investigador Hipólito Sancho: ‘El patronato de Nuestra Señora del Rosario sobre la Flota de la Nueva España’. En su esencia esta publicación consiste en la transcripción de la carta que establece de modo oficial el protectorado de Nuestra Señora del Rosario sobre la flota de Indias, “precedida de una introducción demostrativa de que este resultado es el coronamiento de un largo proceso social y de unas páginas que ilustran su desarrollo posterior”. Reproduce además una fotografía de ‘La Galeona’ y un grabado del siglo XVIII. Apenas un par de semanas más tarde, los jerezanos recibían la tercera publicación del año de la Sociedad de Estudios Históricos Jerezanos, léase: ‘Cosas notables ocurridas en Xerez de la Frontera desde 1647 a 1729’: transcripción del interesante documento cuyo contenido fue popular una centuria antes, conocido como ‘Diario del jerezano Sebastián Marocho’. El indispensable manuscrito pertenecía a Manuel del Calvario Ponce de León y Pérez de Alderete, cuyos herederos lo vendieron al duque de T’Serclaes de Tilly. Previamente a su aparición en Jerez fue copiado por José Soto de Molina. Es precisamente esta copia la que, al pie de la letra, se publica. El prólogo del mismo Marocho dice: “He puesto en él todos los que han sido ajusticiados de muerte en su año y día. Van las entradas y salidas de los corregidores y tiempos que estuvieron en su gobierno, las casas notables que hicieron y obras de ciudad, quiénes fueron diputados de ellas. Va hecha memoria de todos los caballeros ilustres que ya son muertos… Lleva asimismo esta obra noticia de los cuatro Juanes, caballeros ilustres y ganadores de esta ciudad”.
No faltan datos aislados -y no por ello menos curiosos- al respecto de acontecimientos populosos, costumbristas, intrahistóricos de la época. He aquí algunos ejemplos: 1658 fue indicativo porque tuvo en España principio el tabaco y en Jerez no había más que una tienda en Chapinería. Ese mismo año llegó a Jerez el chocolate de las Indias. Y se estableció la primera confitería. Hasta entonces, en los bautizos sólo se gastaban garbanzos tostados, pasas de sol y avellanas, ricos vinos -“mientras mas colorado el vino, mejor”-. La nobleza usaba en sus “bateos” bizcotelas de las monjas del Espíritu Santo, panales de rosa de las de Gracia y calabazas de las de Madre de Dios, y agua de nieve. En 1708 hubo rogativas para que no cesasen las aguas, “y fueron tantas, que se prohibió que anduviesen carretas por las calles. Se descargaban a la entrada y en cabalgaduras entraban en el pueblo la carga”. 1729: vino Felipe V a Jerez, hospedándose en el Alcázar.
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