Manuel Ríos Ruiz

Acerca de las inefables reglas del toreo

CATAVINO DE PAPEL

26 de mayo 2008 - 01:00

LA temporada taurina, con las corridas de la Feria de San Isidro madrileña está llegando a su cenit. Y quizás estemos en un buen momento para asomarnos a las reglas del toreo y comentarlas aunque sea un tanto a vuela pluma. Un tema que a veces se confunde con las normas del reglamento que rige la lidia. No. Las reglas del toreo, por raro que resulte, son las inconcreciones que la tauromaquia encierra, un tanto complejas, difíciles de puntualizar porque cada torero tiene su propia concepción de las formas de llevar a cabo cada suerte. Por ejemplo, en la teoría de Pepe-Hillo, que llegó a escribir su propia tauromaquia, leemos: "En las suertes de capa se adelanta el diestro cuando antes de llegar el toro a su jurisdicción saca el engaño e intenta rematar la suerte, cuya salida, antes de tiempo, es motivo para que el toro le dé un embroque en su remate natural y en los recortes o galleos se adelanta el diestro cuando va formando el semicírculo, muy adelantado el que describe el toro, de forma que, cuando debían de llegar juntos al centro de los quiebros se hallan separados a mucha distancia, y entonces, como el toro no ha sufrido el destronque y queda en rectitud al diestro, regularmente le acomete de firme, y este no tiene otro arbitrio que escapar por pies, y si no será cogido". Debe ser así, pero la teoría en el toreo difícilmente conseguirá su plenitud en la práctica. Incluso muchos toreros no estarán de acuerdo con la teoría pepehillesca, de ahí que la palabra mejor empleada en ella es tal vez la voz "regularmente". Un toro que requiera un toreo según las normas de Pepe´Hillo puede salir para toreros de distintas características y entonces resultarían impropias. Ante tamaña disyuntiva puede contraponerse otra difundida teoría, la que considera que el torero hace al toro. Partiendo de ella, en muchas ocasiones nos resultan presuntuosas las explicaciones y opiniones de algunos comentaristas de las corridas televisadas, cuando se ufanan de saber de antemano qué faena debe realizar el torero y en qué terreno debe entrar a matar, demostrándole el matador de turno que puede hacer con el toro algo distinto y salir triunfante. Recordamos al respecto a Domingo Ortega, que en cierta tertulia nos dijo que él había escrito una tauromaquia, pero para su uso personal primordialmente. Lo que demuestra que ni siquiera un maestro de su talla podía fijar las inefables reglas del toreo. Está claro, pues, que en el toreo, como en todo arte, el acierto y la originalidad es lo que le presta variedad, de lo contrario sería un arte monótono por muy peligroso que suponga torear a un toro y darle muerte por el hoyo de las agujas. Por tan profunda razón, los poetas de todos los tiempos han cantado la fiesta taurina. Por ejemplo, Manuel Machado escribió: "La hermosa fiesta bravía/ de terror y de alegría/ de este viejo pueblo fiero…/¡Oro, seda, sangre y sol!"

stats