La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
Los estados de WhatsApp que el gran periodista jerezano Antonio Rodríguez Liaño nos regala a diario -a quienes, como este servidor de usted y de nadie más, formamos parte de su listado de números de teléfonos registrados- constituyen todo un Trivium, un catón, una enciclopedia de cultura general, de clásicos grecolatinos, de artistas posmodernos, de anecdotario de la Historia de la Música -de Beethoven a Nacho Cano, un poner-, de efemérides inadvertidas, de referencias textuales con firmas punto menos que reputadas, de aforismos nada desdeñables, de recordatorios que pugnan contra el hispano olvido, de ideas expresadas desde el puente levadizo de la economía del lenguaje, de talentos colectivos y de heroicidades unilaterales… Nada en los estados de WhatsApp del amabilísimo Antonio será, ni por asomo, incoloro, indoloro, insípido y desangelado. En la cuadratura de su teléfono todo es aprovechable e incluso sintética y sintácticamente dable. Sus mensajes, sus entrecomillados, sus citas son vientres preñados de sabiduría porque nos llegan cada mañana en estado (de WhatsApp) de buena esperanza. El poeta decía que cada mañana finge un nuevo amanecer. Así obra Antonio con el natalicio del alumbramiento que nos regala cada día del Señor.
Por cierto, y a propósito de cultura general, entrecomillo uno de los pensamientos que ayer mismo capturé a colación de lo anteriormente dicho: se trata de una aseveración de Michel Serres: “Si usted tiene un pan y yo tengo un euro, y yo voy y le compro un pan, yo tendré un pan y usted un euro, y verá un equilibrio en este intercambio, esto es, A tiene un euro y B tiene un pan, y a la inversa, B tiene el pan y A el euro. Este es, pues, un equilibrio perfecto. Pero si usted tiene un soneto de Verlaine, o el teorema de Pitágoras, y yo no tengo nada, y usted me los enseña, al final de este intercambio yo tendré el soneto y el teorema, pero usted los habrá conservado. En el primer caso, hay equilibrio. Eso es mercancía. En el segundo, hay crecimiento. Eso es cultura”.
Cambio de tercio. Felicito esta pasada semana, en la corta distancia de cuatro días, a las destacadas cofrades jerezanas Carmen María y Alicia Ruiz-Henestrosa. Ambas han cumplido años. Con prácticamente siete años de diferencia entrambas. Las dos son personas muy bien nacidas. Quienes las tenemos y catalogamos como amigas hemos ganado nuestro beneficio humano de oro de muchos quilates. Como cofrades ya he escrito por alguna parte que encarnan -como también su hermana María y su sobrina Rocío- el ejemplo claro de espíritu de Hermandad: abnegación, discreción y trabajo y servicio hasta la extenuación -sin pretender jamás imponer nada ni asumir una superioridad sobre los demás que nunca ha de imperar entre los iguales de una misma corporación-. Pertenecen además a esta tipología de cofrades que callan cuanto valen porque, aún así, sus obras -ora et labora, al pie del cañón, con las manos en la masa- las definen ante terceros, ante toda una corporación. ¡A seguir soplando las velas de vuestro ADN! ¡Y de vuestra sangre, fruto del amor verdadero! ¡Un beso a la tierra y un abrazo al cielo!
Hoy -iluso de mí- quería tratar varios asuntos que, por apremio del espacio, quedarán en el tintero para mejor ocasión. Verbigracia el fallecimiento -la implosión- de Fernando Sánchez Dragó. He leído decenas de necrológicas de articulistas de relumbrón que confesaban en cambio no haber leído jamás un libro del firmante de las Dragonteas. Yo, que me he leído su obra escrita entera de cabo a rabo -porque “todo, todo, todo está en los libros”- y cientos de sus artículos y la práctica totalidad de su producción televisiva, me he visto con cierta legitimidad para dedicarle al menos sólo un par de palabras, por decirlo con título de canción de los Hombres G. Finalmente he optado por permutar la textura -el formato, la viabilidad, el viraje, la consumación- de mi personal y particular homenaje. La imaginación a veces prorrumpe como un prontuario de bombilla encendida. La imaginación -que es la voz del atrevimiento, según Henry Miller- a menudo se pone ‘el mundo por montera’ y con frecuencia constata su originalidad en ‘negro sobre blanco’. Pues eso. ¡Al lío!
Finalmente felicitemos a dos jerezanos simpáticos, de corazón noble, enamorados hasta las trancas, como Dios manda. Este pasado sábado contrajeron matrimonio la guapísima Cristina Pozo Domínguez y Alfonso Ramírez Franco. Asistieron -con emoción a flor de labios- sus hijos Lucía, Alejandro y Mario Ramírez Pozo. ¡Cuánto no lloraría, desde la capilla del cielo, el abuelo Juan Manuel Franco Orellana mientras cambiaba las velas de un lampadario forjado con solución de eternidad!
También te puede interesar
La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Otra vez
El microscopio
La Moncloíta, ¿y ahora qué?
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nada más distinto que dos hermanos