Con Ñ

Se hizo un mestizaje tan hondo que ahí estamos todavía, enlo profundo de un estandarte que lleva la Cruz y la Eñe

En unos días se va a botar en Cádiz el trasatlántico de la Ñ. Vuelve, pues, la ciudad a ser la puerta de Europa para el continente que se desvelaba, se descubría, y la puerta de América hacía la vieja Europa de los mercaderes, los soldados, los frailes, los escribanos. El camino de dos direcciones de la Lengua. Llevamos y trajimos muchas cosas durante siglos pero nada como la antigua lengua de Castilla, que se convertiría en la lengua de la España de ambos hemisferios tras pasar por el archipiélago de las Canarias. Son los hechos. Como tantas cosas que hizo España en su historia, es difícil de imaginar el esfuerzo ciclópeo de aquellos españoles. Y el logro alcanzado, insólito, un hecho como el que en siglos no fuera un Rey de España a aquellas tierras inmensas. Rulfo y Ricardo Palma, César Vallejo y Pablo Neruda devinieron en pasajeros futuros de aquella carrera a lo desconocido. Juan Ramón Jiménez y San Juan de la Cruz, Miguel de Cervantes y Galdós llevaron al continente sus historias, sus almas. Se hizo un mestizaje tan hondo, tan profundo, que ahí estamos todavía, en lo profundo de un estandarte que lleva la Cruz y la Eñe. La suma, en millones de almas, del encuentro en los siglos, no debería distraernos de lo profundo de lo que hablaba. Veníamos de Roma y de la Cruz y llegamos a lo más pino del Perú, a lo más incontable de Argentina o Chile. La Ñ. Celebrar una lengua que ha sido, es y seguirá siendo el lugar central de un encuentro inevitable, en una ciudad como Cádiz, es mucho más que un símbolo, es un camino fundido para siempre como lo fundado, lo erigido, lo tramado. La naturalidad del hecho es hoy una acogida. Cádiz va a recibir a los hablantes de la misma Lengua como diciéndoles que llegan a sus casas, las estancias de los viejos parientes, los familiares, los hablantes, los otros hablantes, los que no se fueron, los que se fueron. El feliz poema, la canción de Antonio Burgos, la metáfora de Cádiz es La Habana y La Habana es Cádiz (con más negritos, con más salero) representa y ejemplifica esta nueva extensión del Ser, esta celebración de la Ñ, la letra de la identidad compartida más que cosa ninguna. Para la Ñ que celebramos con un Congreso de la Lengua llegará el canto de los pájaros de la selva de los ecos, los silencios rotos por las hojas que mueve el viento. También eso será el Congreso, los acentos, las músicas que surgieron espontáneas en la construcción de los imaginarios virreinales, las patrias, la Ñ compartida.

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