La torre del vigía

Juan Manuel Sainz Peña

Cachorros con lacito

30 de noviembre 2008 - 01:00

EN la cada vez más frenética y prematura carrera campaña navideña, la televisión nos invade con anuncios y más anuncios de juguetes, de perfumes impronunciables, de dulces y de felicidad envuelta en papel de celofán.

Desgraciadamente, lo que no se anuncia, también se regala. Son muchas las casas a las que llegan, bien el veinticinco de diciembre o el seis de enero, animales domésticos en forma de regalos. Perros y gatos llegan como un equivocado símbolo de ternura. Se les ve tan pequeños, tan indefensos, que más bien parecen peluches. En sólo unos pocos días, (unas horas, diría yo), la realidad es diferente. Sobre todo lo es para el ignorante que piensa que tal regalo es igual que un reloj o una muñeca que hace pis o pide biberón. Un animal es, aunque resulte una aplastante obviedad decirlo, un ser vivo. Como tal, tiene todas sus necesidades y sus problemas. Un animal necesita, no sólo hacer sus cosas, sino compañía, comprensión y cariño. Un animal, si no es enseñado, no puede saber lo que está bien y lo que está mal. Un animal siente y padece: necesita una caricia, necesita ser comprendido y ser amado, aun cuando haya hecho alguna trastada de cachorro.

Hace unos días, buscando por internet a una gatita que adoptar, una protectora recomendaba pensarse muy bien la adopción. "Nos han devuelto un cachorrito de perro -decía- porque a la familia adoptante le da fatiga cuando el cachorro se hace pipí y caca en la casa".

Tal ejemplo no es más que el reflejo de la idiotez y la inconsciencia de la adopción de animales. La gente cree que un cachorro con un lazo es un regalo ideal. Piensa en la felicidad del destinatario, pero no en la del animal, que no es, ni mucho menos, un muñeco al que se le pueden quitar las pilas cuando nos cansamos de él.

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